Brasil en política intensiva: con el gobierno cercado no aparece un plan B factible
Brasil en política intensiva: con el gobierno cercado no aparece un plan B factible
El mercurio del termómetro de la política brasileña se está calentando a punto tal de convertirse en un gas letal para la democracia de ese país. Al catastrófico impacto del coronavirus sobre el sistema sanitario, se le suma la grave crisis institucional que provoca el enfrentamiento del Poder Ejecutivo, ejercido por Jair Bolsonaro, con el Legislativo y el Judicial, que con la progresiva renuncia de ministros le deja el avance a las Fuerzas Armadas sobre el Gabinete: cuentan ya con 10 carteras de 23, y más de tres mil cuadros militares en cargos de conducción de la administración pública.
Para alivianar la tensión política, el Senado se abocará esta semana a debatir la posible postergación de las elecciones municipales previstas para el 4 y 25 de octubre (primera y segunda vuelta) para evitar que se movilicen más de 100 millones de electores. Si bien las fechas están fijadas por Constitución, Brasil tiene mecanismos de enmiendas.
Sin embargo, la medida no contendría la fiebre política. La expansión del coronavirus avanza implacablemente. Según las estadísticas oficiales, los contagios superan el millón, con más de 50 mil víctimas fatales. Pero los registros de los ministerios de salud de los estados son una fuente confiable porque realizan testeos sistemáticos: indican una suma mucho mayor. Algunos hablan de 100 mil víctimas fatales en cinco meses, la misma cantidad de muertes que la Guerra de la Triple Alianza le costó a ese país en el siglo XIX.
A pesar de soportar mil muertes diarias, el presidente brasileño Jair Bolsonaro sigue su cruzada contra la cuarentena. Crítica y boicotea las acciones de los estados y municipios, fogoneando en redes y medios de comunicación que “Brasil no aguanta más el 'quédese en casa'”. Así, desprecia las medidas de aislamiento, considerando que son un “crimen” contra la sociedad frente a una “simple gripecita”. Incluso, igual que su par norteamericano Donald Trump, sale al cruce de la Organización Mundial de la Salud, amenazando con sacar a Brasil del organismo: “Lo que menos tiene es ciencia”. Sostiene que “está en un ida y vuelta todo el tiempo”, con el uso de la hidroxicloroquina para la controlar al virus, droga que defiende Bolsonaro a pesar del consenso de su inefectividad. De hecho, la Administración de Drogas y Alimentos de EEUU revocaría este lunes el permiso de su utilización en casos de emergencia, considerando que podría llevar a riesgos potenciales.
Al trágico desastre sanitario, agravado por la recesión económica, se suma la crisis política, profundizada con la detención de un exasesor del actual senador Flávio Bolsonaro (hijo mayor del presidente), Fabricio Queiroz, sobre quien la Fiscalía de Río de Janeiro había solicitó el arresto por “interferir en la búsqueda de pruebas sobre una causa de malversación de salarios”. El organismo de control de movimientos financieros (COAF) detectó transferencias irregulares a una cuenta de Queiroz, entre 2016 y 2017, por un monto de un 1,2 millones de reales (unos 400 mil dólares).
La causa atañe al hijo del presidente, porque sucedió cuando éste era legislador estadual. No obstante eso, el senador Flávio Bolsonaro salió a victimizarse en su cuenta de Twitter, acusando a la “rachadinha” (así se conoce a la investigación en Brasil) como una “persecución política” que busca “alcanzar al presidente”. Además, manifestó que encara el arresto de su ex asesor “con tranquilidad”, diciendo que “en 16 años como diputado de Río no hubo nada en mi contra. ¡Bastó con que el presidente Bolsonaro fuera electo para que todo cambiara!”.
Así, los escándalos se suceden. Y un análisis político implica preguntarse hasta qué punto resistirá Bolsonaro en el gobierno, teniendo al sistema judicial en contra, incluso con el Supremo Tribunal Federal anulando decisiones y órdenes polémicas del presidente. Además de un bloque parlamentario que se desgrana dejando un Congreso pronto a analizar su destitución con más de 30 pedidos de juicio político. Detrás de las turbas bolsonaristas, que piden la destitución de jueces y el cierre del Parlamento, se encuentran las Fuerzas Armadas, que representan un poder fáctico que aún lo sostiene y en su defecto tendría como relevo al vicepresidente Hamilton Mourão, pero que avanzan como un pacman en los cargos del gobierno. Además, existe una fragmentación de la oposición, donde el Partido de los Trabajadores se presenta débil para articular un bloque capaz de propiciar un desplazamiento institucional de Jair Bolsonaro y la derecha del Partido de la Social Democracia Brasileña tampoco lo puede hacer. Así, los escándalos se suceden. Y un análisis político implica preguntarse hasta qué punto resistirá Bolsonaro en el gobierno, teniendo al sistema judicial en contra, incluso con el Supremo Tribunal Federal anulando decisiones y órdenes polémicas del presidente. Además de un bloque parlamentario que se desgrana dejando un Congreso pronto a analizar su destitución con más de 30 pedidos de juicio político. Detrás de las turbas bolsonaristas, que piden la destitución de jueces y el cierre del Parlamento, se encuentran las Fuerzas Armadas, que representan un poder fáctico que aún lo sostiene y en su defecto tendría como relevo al vicepresidente Hamilton Mourão, pero que avanzan como un pacman en los cargos del gobierno. Además, existe una fragmentación de la oposición, donde el Partido de los Trabajadores se presenta débil para articular un bloque capaz de propiciar un desplazamiento institucional de Jair Bolsonaro y la derecha del Partido de la Social Democracia Brasileña tampoco lo puede hacer.Tiempo Audiovisual
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