Señales de Golpe. Manuel Alfieri


Señales de golpe

October 5, 2017

Después de pasar años de silencio en los cuarteles, los militares brasileños decidieron volver a meter las botas en el barro de la política. Y lo hicieron a fondo. “O las instituciones solucionan el problema político o tendremos que imponer eso”, dijo el general Antônio Hamilton Mourão, secretario de Finanzas del Ejército. Con “eso” se refería, lisa y llanamente, a una intervención militar. La sola idea de un golpe de Estado agravó la ya delicada situación del país y del gobierno de Michel Temer, que entre las denuncias de corrupción y las medidas de ajuste logró hacerse de un triste récord: es el presidente con peor imagen de la historia brasileña.

Las declaraciones del general Mourão se hicieron públicas a fines de septiembre y despertaron repudio, pero también encontraron respaldo en el silencio cómplice de colegas y funcionarios. Temer, que como presidente y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas tiene el poder para desplazar a oficiales y suboficiales, se quitó el problema de encima y dejó esa potestad en manos del Ejército. Sin embargo, la fuerza no aplicó siquiera una sanción contra Mourão porque no registró “ningún ilícito”. El Ministro de Defensa, Raul Jungmann, también evitó la polémica y hasta habló de “un clima de absoluta tranquilidad” dentro de las FFAA.

Aunque huela a naftalina, la frase de Mourão no sorprende. Ya a principios de este año, el jefe del Ejército, Eduardo Vilas Boas, había dicho que Brasil estaba “a la deriva” y que había perdido el “sentido de proyecto”. A diferencia de Mourão, Vilas Boas no se animó a hablar de golpe de Estado. Pero fue la primera vez en décadas que un jefe militar se atrevió a opinar públicamente sobre la situación política del país. En otra época de la historia latinoamericana -cuando las FFAA aparecían para imponer su poderío ante cada situación de inestabilidad- hubiese sido un claro anuncio de intervención.

El interrogante es si las palabras de los jefes del Ejército fueron apenas unas declaraciones desafortunadas –de aquellas que proliferan en los momentos de crisis- o si realmente están dadas las condiciones para que los militares brasileños den un golpe de Estado. Consultado por Acción, el politólogo Ricardo Romero, director del Observatorio sobre Política Latinoamericana, sostuvo que, aunque las FFAA aparecen como “una de las instituciones menos desprestigiadas en comparación con otras” y son “un actor de la escena política”, la posibilidad de un golpe “es muy remota debido al marco internacional y local actual”.

El sociólogo Ariel Goldstein, autor del libro Prensa tradicional y liderazgos populares en Brasil, fue más cauto. Según su mirada, aunque la eventual intervención de los militares “no parece ser una alternativa sólida, el escenario es imprevisible”. Y agregó: “Es evidente que Brasil transita una crisis muy fuerte, la más profunda desde 1985. Por eso, nada está dicho. La intención de voto que posee un candidato como Jair Bolsonaro, de predicamento de extrema derecha, es un dato que también debería alarmar”.

Bolsonaro es un ex militar, admirador de Carlos Alberto Brilhante Ustra, uno de los torturadores de la dictadura brasileña. Por ese motivo, no resulta raro que haya sido uno de los pocos que reivindicó las palabras del general Mourão. “Fue una manifestación de libertad de expresión”, dijo.  Hoy es uno de los candidatos que más se le acercan a Lula da Silva de cara a las elecciones de 2018.  Además de reivindicar la dictadura militar, este out-sider de la política ya anunció que, en caso de asumir como presidente, pondría un militar a cargo de la Educación del país y entregaría la Amazonia a los Estados Unidos.

Combo preocupante
Todo ocurre poco después de que Temer celebre su primer año de gobierno. Aunque poco hubo para festejar: la consultora Ibope indicó en septiembre que tiene tan sólo un 3% de aprobación. Por si fuera poco, el 77% de los consultados tiene una imagen “mala o pésima” de quien fuera vice y verdugo, a la vez, de Dilma Rousseff.
¿Cómo se explica semejante descontento popular? Para Romero, como Temer “no tiene aspiraciones políticas de representación”, avanzó hacia una “restauración neoliberal y neoconservadora” con “medidas impopulares y con fuerte impacto social” que horadaron su imagen. Allí aparecen, por ejemplo, un plan de privatizaciones a mansalva y la reforma laboral que se convirtió en modelo para los gobiernos de derecha de la región. Por otro lado, la desocupación en Brasil llega hoy al 16% y no para de crecer desde el año pasado.

A eso se suman las denuncias por corrupción que llueven sobre la cabeza del presidente brasileño. “Temer, que llegó al gobierno amparado en las acusaciones contra Rousseff, no ha dado ninguna muestra de cambio, más bien lo contrario. Restaura privilegios oligárquicos y se rodea de una clase política corrupta. Eso afectó su ya baja credibilidad. Además, pretende recortar protecciones estatales consolidadas desde 1930. Es evidente que todo esto genera rechazo”, sostuvo Goldstein.

El combo brasileño es preocupante. A la inestabilidad política propia de un gobierno nacido tras un golpe institucional, se suma una crisis social que se palpa en el aumento de la desigualdad y el avasallamiento de los derechos conquistados. En ese contexto, la reaparición de los militares en las tapas de los diarios y en los noticieros centrales, no es una buena señal. Menos en un mundo que, al menos en el plano de la política internacional, no deja de dar sorpresas.


RECUADRO
Lula favorito
Mientras el presidente Michel Temer navega las turbulentas aguas de la política brasileña, la campaña para las elecciones de 2018 avanza a todo ritmo. Si bien todavía no hay candidaturas oficiales, los principales competidores ya comenzaron a recorrer el país en busca de simpatías y apoyos. Es el caso del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien durante septiembre realizó una peregrinación por el empobrecido nordeste brasileño, su tierra de origen, para fortalecer su popularidad ante los obstáculos –sobre todo judiciales- que seguramente aparecerán en la campaña. Según la última encuesta de Datafolha –perteneciente al diario Folha de Sao Paulo, acérrimo opositor a los gobiernos del PT-, Lula ganaría las elecciones con el 36% de los votos y derrotaría en un eventual balotaje a cualquiera de sus más cercanos competidores.Uno de esos posibles contrincantes en segunda vuelta es Jair Bolsonaro que llegaría al 16%.  Más atrás aparece Marina Silva, con un 13%. La ecologista, ex ministra del gobierno de Lula, tiene como eje de campaña la protección del medio ambiente. Fue candidata a presidenta en las elecciones de 2010 y 2014. 

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