El voto en blanco gana en las principales ciudades de Brasil
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Brasil: el voto en blanco ganó en las principales ciudades
En las elecciones municipales de ayer la ciudadanía mostró su descontento con los partidos. Temer fortaleció su poder destituyente y el PT sufrió una fuerte derrota. Análisis de Ricardo Romero.
La ciudadanía brasileña acudió a las urnas para elegir
representaciones municipales en una profunda crisis política tras el
golpe parlamentario que se embistió contra Dilma Rousseff. Las
elecciones cumplieron los pronósticos previos con un dato importante, el
fuerte voto en blanco o abstención que reflejaron los resultados.
Solo como ejemplo, podemos ver que en San Pablo, la suma de blancos, nulos o abstenciones llegó a 3.096.186 de votos frente a 3.085.181 de Joao Dória, el prefecto electo del PSDB, y a los 967.190 de Fernando Haddad, del PT, el segundo más votado. En tanto que en Río de Janeiro, los que no votaron a ningún candidato suman 1.866.621 votos, frente al primero Marcelo Crivella, del PRB, con 842.201 y al segundo Marcelo Freixo, del PSOL, con 553.424.
Lo mismo en los pagos de Dilma, los votos negativos llegaron a 382.535, en tanto que el primero alcanzó los 213.646, Nelson Marchezan del PSDB, y el segundo 185.655, Sebestiao Melo del PT. Un fenómeno parecido se dá en Belo Horizonte, donde el primero obtiene 395.952 votos, contra 741.915 que no apoyaron a nadie.
Es un fenómeno parecido a las elecciones de 2001 en Argentina, cuyo efecto mostró la deslegitimación de los partidos políticos y el abstencionismo ciudadano provoca el ascenso de la derecha en el poder. Porque el efecto inmediato fue la pérdida de poder del Partido de los Trabajadores, que redujo en 60% su cantidad de intendencias, reteniendo unas 262 frente a las más de 600 con las que contaba en 2012, perdiendo más de 10 millones de votos.
En contrapartida, consolida un golpe realizado por el Partido del Movimiento Democrático Brasileño, que reafirma su poder territorial con más de un millar de intendencias, junto al Partido de la Social Democracia, que pasó de 701 a 793 y puede alcanzar las 800 en las segundas vueltas.
Se pueden dar muchas explicaciones sobre el resultado electoral y el magro desempeño del PT, desde las operaciones mediáticas hasta el retiro de apoyos financieros de empresas. Pero lo cierto es que perdió su relación con la ciudadanía y cierra un ciclo de ascenso, para comenzar un período de recomposición, en términos del proyecto que sustentó durante décadas, o caer en una crisis profunda que lo deje como un partido más en la sistema político brasileño.
Solo como ejemplo, podemos ver que en San Pablo, la suma de blancos, nulos o abstenciones llegó a 3.096.186 de votos frente a 3.085.181 de Joao Dória, el prefecto electo del PSDB, y a los 967.190 de Fernando Haddad, del PT, el segundo más votado. En tanto que en Río de Janeiro, los que no votaron a ningún candidato suman 1.866.621 votos, frente al primero Marcelo Crivella, del PRB, con 842.201 y al segundo Marcelo Freixo, del PSOL, con 553.424.
Lo mismo en los pagos de Dilma, los votos negativos llegaron a 382.535, en tanto que el primero alcanzó los 213.646, Nelson Marchezan del PSDB, y el segundo 185.655, Sebestiao Melo del PT. Un fenómeno parecido se dá en Belo Horizonte, donde el primero obtiene 395.952 votos, contra 741.915 que no apoyaron a nadie.
Es un fenómeno parecido a las elecciones de 2001 en Argentina, cuyo efecto mostró la deslegitimación de los partidos políticos y el abstencionismo ciudadano provoca el ascenso de la derecha en el poder. Porque el efecto inmediato fue la pérdida de poder del Partido de los Trabajadores, que redujo en 60% su cantidad de intendencias, reteniendo unas 262 frente a las más de 600 con las que contaba en 2012, perdiendo más de 10 millones de votos.
En contrapartida, consolida un golpe realizado por el Partido del Movimiento Democrático Brasileño, que reafirma su poder territorial con más de un millar de intendencias, junto al Partido de la Social Democracia, que pasó de 701 a 793 y puede alcanzar las 800 en las segundas vueltas.
Se pueden dar muchas explicaciones sobre el resultado electoral y el magro desempeño del PT, desde las operaciones mediáticas hasta el retiro de apoyos financieros de empresas. Pero lo cierto es que perdió su relación con la ciudadanía y cierra un ciclo de ascenso, para comenzar un período de recomposición, en términos del proyecto que sustentó durante décadas, o caer en una crisis profunda que lo deje como un partido más en la sistema político brasileño.
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