Desafíos para el nuevo presidente

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Tiempo Argentino
OPINIÓN

Desafíos para el nuevo presidente

Casi como un dejá vù, la sociedad uruguaya volverá a ver a Tabaré Vázquez asumir la presidencia de la República de Uruguay. Esta vez, recibirá la banda de José Mujica, el mismo a quien se la entregó en 2010. Sin embargo, toma un Uruguay muy diferente al que tuvo que afrontar en su primer mandato en 2006.
En primer lugar, porque el país logró superar la crisis de 2002, paralela al derrumbe argentino, con una performance del 5,5% de crecimiento anual en el período 2006-2013, según el Banco Mundial. Un crecimiento que tuvo una fuerte disminución de la desigualdad, donde el índice de Gini pasó del 0,45 en 2004 al 0,39 en 2013. Se redujo, así, la brecha de ingresos de 19 a 11,8 la relación entre el decil mayor y el menor. A su vez, los índices de pobreza pasaron del 39,9% en 2004 al 11,5% en 2013, mientras que la indigencia pasó del 4,7% al 0,5% respectivamente. En tanto, el desempleo toca el nivel más bajo de la historia uruguaya.
Para las políticas internas, Tabaré tendrá un Parlamento con mayoría frenteamplista, tanto en el Senado, que al incorporarse el vicepresidente Raúl Sendic alcanzará los 16 miembros de 30, y en Diputados, donde alcanzan los 50 representantes. El flamante presidente de dicha Cámara, Alejandro Sánchez, sostuvo a este analista que "el desafío de este nuevo mandato es acompañar a la gestión de Tabaré con propuestas que profundicen la igualdad en Uruguay. Sabemos que somos uno de los países con mejor distribución en América Latina, pero creemos que no alcanza. Es la pelea que tenemos que seguir dando, continuar con el proceso de distribución del ingreso, mejorar la distribución de la riqueza, y que la educación, la salud y la vivienda sean derechos universales de libre acceso para toda la población."
A pesar de este cuadro, la nueva gestión de Tabaré tendrá importantes desafíos. Principalmente, algunas políticas que hereda de la gestión de Mujica, como la ley de aborto, la cual no tiene mucho margen para cambiarla, o la liberalización del consumo de marihuana, que tiene el desafío de reglamentarla. Incluso, deberá lidiar con algunas medidas de política exterior como los asilos a refugiados de Guantánamo y Siria.
Además, Tabaré deberá recomponer sus relaciones en la región, especialmente con Argentina, que quedaron frías por el conflicto con las pasteras. Incluso superar condicionamientos económicos, como la fuerte penetración por parte de capitales brasileños y chinos. En este sentido, cabe entender por qué Uruguay busca tender puentes con Estados Unidos o aceptar acuerdos leoninos, como las empresas extractivas. Quizás sea también un punto de reflexión para los países hegemónicos de la región, que deberían propiciar políticas para evitar que el "paisito" se convierta en un PIGS del Mercosur.

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