No hay condiciones para un impeachment. Entrevista a Gonzalo Rojas
http://tiempo.infonews.com/nota/145886/no-hay-condiciones-para-un-impeachment
Ricardo Romero
23 de Febrero de 2015
GONZALO ROJAS, POLITÓLOGO Y PROFESOR UNIVERSITARIO EN BRASIL
"No hay condiciones para un impeachment"
Un análisis de cuáles son las condiciones del capitalismo brasileño que lo imposibilitan.
Dilma - "Garantizar la reproducción del capital con ciertas políticas sociales en una fase de crecimiento, no están hoy presentes.".
A meses de la elección presidencial y la reasunción de Dilma Rousseff el escenario político toma efervescencia con sectores que impulsan el impeachment a la mandataria por el caso Petrobras. Este mecanismo parlamentario tiene como antecedente la destitución de Fernando Collor de Mello en 1992, que tuvo el sustento de la movilización popular y el liderazgo del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que instaló a Itamar Franco como su remplazante. Este partido, surgido durante la dictadura militar brasileña (1964-1985) como contraposición al partido oficialista ARENA (Alianza Renovadora Nacional), mantiene un peso institucional y territorial clave en la gobernabilidad brasileña. No se gobierna sin el PMDB dicen los politólogos y eso lo entendió muy bien el Partido dos Trabalhadores (PT), que lo tiene de aliado ni más ni menos que acompañándolo en la vicepresidencia con Michel Temer. Por eso, para pensar una destitución parlamentaria hoy, hay que comprender las condiciones políticas para que suceda. Para reflexionar esto, Tiempo conversó con el politólogo Gonzalo Rojas, que es profesor en la Universidad Federal de Campina Grande y estudioso de los procesos políticos latinoamericanos.
–¿Va a haber impeachment en Brasil?
–No hay condiciones políticas para un impeachment. Porque esto no es sólo un procedimiento jurídico, sino que fundamentalmente es una cuestión política. Hay una situación que es real, el gobierno de Dilma está más débil, a pesar de haber ganado la elección. Por eso, hay muchos que decimos que estamos frente a un fin de ciclo petista en Brasil, que no tiene que ver sólo con la cuestión de ganar o no una elección, sino que hay que tener presente que las condiciones políticas y económicas que hicieron del lulismo y el gobierno de Dilma garantizar la reproducción del capital con ciertas políticas sociales en una fase de crecimiento, no están hoy presentes.
–¿En qué sentido?
–Que la crisis mundial pegó en Brasil. Creo que es importante, porque hay una crisis capitalista muy profunda y que impacta tardíamente en forma desigual en Brasil, así como Argentina, Uruguay y demás. En Brasil, la situación es un gobierno de Dilma más débil y que opta por realizar una política de ajuste y reducir derechos, inclusive antes de asumir el segundo mandato. Con señales fundamentalmente para el capital financiero internacional, como colocar al ministro de economía proclive al mercado o a Katty Abreu, representante de los agronegocios de Brasil en un ministerio. También tenemos un juego de escena entre Lula y Dilma, donde Lula aparece más vinculado a los movimientos sociales para tratar de generar algún tipo de contención política. Porque se presenta como una pelea, entre Dilma y la Fundación Perseu Abramo, que expresa a Lula, pero para mí es una división de tareas. Dilma tiene que hacer el ajuste, Lula es favorable al ajuste, más que Dilma, lo que pasa es que al presentarse como representante de los movimientos sociales, aparecería como más de izquierda, lo que no significa que esté más a la izquierda.
–¿El PMDB juega un rol clave?
–Tenemos una situación de mayor debilidad del gobierno de Dilma, además de una situación particular de fortalecimiento parlamentario del PMDB. Un partido que si bien es aliado del gobierno, tiene muchos cortocircuitos con él. En el Senado, el candidato del PMDB, apoyado por el PT, triunfó políticamente, siendo alguien vinculado a las oligarquías tradicionales de los estados en Brasil que han tenido un revivir, porque estaban muertas, producto en muchos casos de las alianzas con el PT, que les dio cierta sobrevida. Pero todo esto no es suficiente para un impeachment. Fundamentalmente porque el PMDB jamás podría encabezarlo solo. Tendría que hacerlo una fracción aliada a los "tucanos" del PSDB, situación que hoy es remota, porque ellos no van a querer ir detrás del PMDB. Además, tampoco puede generar una situación de inestabilidad política donde ellos pierdan, porque ellos tienen el Senado, tienen la Cámara de Diputados, son clave en ese tipo de proceso.
–¿Qué se necesita para que suceda?
–Para que haya impeachment, hay que ver cuáles son las condiciones materiales que lo permitirían, porque no es un fenómeno sólo político. Se expresa en ellas, pero es la cristalización de otros movimientos de la estructura social. Por eso, es necesario no quedarse en los análisis superficiales y sensacionalistas, porque si bien llama la atención, "decir impeachment a Dilma", pero también hay que explicar qué es lo que pasa fuera de la superficie, a quién le conviene la inestabilidad política. Una cosa es que todos los partidos que están en el Parlamento quieran poner más condiciones, el PMDB ni hablar, pero otra cosa es jugarse el todo por el todo. ¿Por qué tendría que haber ahora un impeachment en Brasil? Incluso, yo creo que ese tipo de polaridad le sirve al gobierno, porque unifica.
–¿Cómo es eso?
–Un gobierno que a diferencia que en las otras elecciones, que fue votado con expectativas, esta vez fue votado como una elección menos peor, que es diferente que cuando lo votás de forma positiva. Muchos votaron contra los tucanos, a un discurso que se presentaba que no iba a tocar los derechos. Derecho conquistado, derecho que se iba a mantener, era lo prometido. Sin embargo, lo que tenemos, inclusive antes de que asuma el nuevo mandato, son ataques muy grandes a derechos de los trabajadores. Y una cosa que es terrible, se afecta al seguro de desempleo, que no es por la cuestión cuantitativa de lo que significa hoy ese gasto, porque es ínfimo en el Presupuesto total: el problema real es que es una confesión de partes del gobierno de que se vienen despidos en las grandes industrias.
–¿Y la clase dominante no apuesta al impeachment?
–Hay una situación que es más conceptual pero importante: a la clase dominante no le interesa la inestabilidad política. Eso no significa que en determinados momentos históricos juegue a eso. ¿Pero cuál es la lógica de la clase dominante brasileña hoy? La de jugar a una inestabilidad política sin un ascenso de masas, como medio para imponer condiciones a los gobiernos, siempre actúan así, pero es necesario comprender a Brasil post junio de 2013 (se refiere a las movilizaciones populares que llenaron las calles de San Pablo y Río de Janeiro con reclamos sociales, entre otras cosas). La inestabilidad política puede generar una situación que no quede controlada en el marco de la institucionalidad. Cuando tenemos un cuestionamiento a la institucionalidad.
–¿Por eso la necesidad de una reforma política?
–Hoy, todos los políticos, hasta los más tradicionales hablan de reforma política, pero nadie está dispuesto a hacerla de verdad. Incluso, quienes quedaron encabezan la comisión a cargo de la misma son los políticos más tradicionales, los que se beneficiaron más con el actual sistema político. Eso significa una cosa, me parece que la lectura es la siguiente: hasta los más reaccionarios se dan cuenta que hay un problema en el sistema político. Por eso, no es sólo el problema del impeachment a Dilma o no.
–¿Alguna variable puede provocar el impeachment?
–Hay una situación que no está controlada, que es el escándalo de la Petrobras. Porque no es una cuestión de corrupción individual, sino que es estructural, es la forma que tiene la burguesía brasileña de relacionarse con el Estado. Allí tenemos un esquema de corrupción gigantesco, que envuelve a empresas y políticos, y a para eso se proponen salidas por derecha o por izquierda. Por derecha, tenés la vieja propuesta de los tucanos, que sería hacer de la Petrobras una Petrobrax, sencillamente privatizarla y hacerla más vendible al capital financiero internacional. Lo cierto es que la cosa no puede seguir como está. Lo que queda claro es que es una relación en la que están involucrados el PT, el PMDB y los partidos de la coalición. Lo mismo con la crisis del transporte. Incluso en San Pablo el problema del agua es gigantesco, es una catástrofe social, porque todavía no vino lo peor, porque muestra un fracaso de una salida por derecha, donde las empresas se preocupan más por la tasa de ganancia que por la reproducción del capital y hacer inversiones. Por lo que la única salida por izquierda es poner la Petrobras bajo control de los trabajadores y los sectores populares, no hay otra.
–¿Y profundiza la crisis política?
–Entre la crisis del agua, las medidas de ajuste y los casos de corrupción, lo que se ve en las últimas encuestas es una cosa sintomática en este contexto, que existe una caída sistemática de la imagen de todos los políticos. Cayeron 20 puntos los principales referentes de San Pablo, tanto al intendente Fernando Haddad, del PT, como el gobernador Geraldo Alckmin, del PSDB, y la propia Dilma Rousseff. Las elecciones pasadas dejaron una lección, porque tanto Alckmin que ocultó el problema del agua, como Dilma que prometió no tocar derechos, demuestra que existe una distancia gigantesca entre lo que los políticos prometen y lo que hacen. Eso genera una crisis en el sistema político, teniendo presente que lo existió un junio de 2013 donde fue cuestionado.
–¿Pero no se expresó en las últimas elecciones?
–Me niego a aceptar el planteo que dice que esas movilizaciones tuvieron como resultado un Parlamento más de derecha, porque no existe una relación automática, porque lo que es verdad es que no existe una alternativa de izquierda a la altura de las circunstancias que permitiese capitalizar el descontento de las movilizaciones de junio. Eso no significa que los problemas presentados en esa ocasión, más otros como el problema del agua o el de ataques los derechos, no puedan volver a aparecer, de hecho aparecen.
–¿Dónde se expresa entonces?
–Tenemos una cierta recomposición de la lucha en el plano sindical, donde los trabajadores generaron ciertas experiencias en contra de la burocracia sindical. Como el caso de los recolectores de basura en Río de Janeiro, que hicieron una fuerte huelga el año pasado en Carnaval y ahora presentaron una lista interna que disputa las conducciones. Y así otras experiencias, como la huelga de profesores en Paraná, donde el gobernador presentó una propuesta de ajuste que tuvo que retirar de la Asamblea Legislativa. El problema es el siguiente: los sindicatos mayoritarios, como la Central Única de los Trabajadores, están más preocupadas por cubrirle las espaldas al gobierno que defender los derechos de los trabajadores. Igualmente, tenemos una demanda real de las necesidades de los trabajadores, lo que dificulta cada vez más este movimiento, lo que genera disputas, luchas, superación en algunos conflictos. Lo que va a definir es la lucha de clases, para mí no hay mucha discusión ahí.
–¿En definitiva la movilización social limita un impeachment?
–En ese contexto, una cosa es que las diferentes fracciones de las clases dominantes y los bloques parlamentarios quieran imponer sus condiciones y otra es querer generar un escenario de inestabilidad política que no pueda ser controlado. Ese 20% que pierden en las encuestas es sin movilización popular, lo que se profundiza si esto sucede. Está en crisis todo el sistema político y el PMDB, para jugarse como un todo a una crisis política de verdad, terminaría siendo riesgoso para él mismo, porque ellos tienen mucho más que perder. Porque no es sólo decir "Fora Dilma" sino que tenés que encontrar el remplazante.
–No hay quien pueda liderar ese proceso para las clases dominantes.
–No hay quien pueda liderar el proceso para las clases dominantes. Por lo que veo que no hay condiciones políticas para un impeachment. Lo que no significa que la crisis de la Petrobras cambie cualitativamente el escenario, que es cambiante, y que se profundiza con una crisis económica de la que, al parecer, no se puede salir. «
–No hay condiciones políticas para un impeachment. Porque esto no es sólo un procedimiento jurídico, sino que fundamentalmente es una cuestión política. Hay una situación que es real, el gobierno de Dilma está más débil, a pesar de haber ganado la elección. Por eso, hay muchos que decimos que estamos frente a un fin de ciclo petista en Brasil, que no tiene que ver sólo con la cuestión de ganar o no una elección, sino que hay que tener presente que las condiciones políticas y económicas que hicieron del lulismo y el gobierno de Dilma garantizar la reproducción del capital con ciertas políticas sociales en una fase de crecimiento, no están hoy presentes.
–¿En qué sentido?
–Que la crisis mundial pegó en Brasil. Creo que es importante, porque hay una crisis capitalista muy profunda y que impacta tardíamente en forma desigual en Brasil, así como Argentina, Uruguay y demás. En Brasil, la situación es un gobierno de Dilma más débil y que opta por realizar una política de ajuste y reducir derechos, inclusive antes de asumir el segundo mandato. Con señales fundamentalmente para el capital financiero internacional, como colocar al ministro de economía proclive al mercado o a Katty Abreu, representante de los agronegocios de Brasil en un ministerio. También tenemos un juego de escena entre Lula y Dilma, donde Lula aparece más vinculado a los movimientos sociales para tratar de generar algún tipo de contención política. Porque se presenta como una pelea, entre Dilma y la Fundación Perseu Abramo, que expresa a Lula, pero para mí es una división de tareas. Dilma tiene que hacer el ajuste, Lula es favorable al ajuste, más que Dilma, lo que pasa es que al presentarse como representante de los movimientos sociales, aparecería como más de izquierda, lo que no significa que esté más a la izquierda.
–¿El PMDB juega un rol clave?
–Tenemos una situación de mayor debilidad del gobierno de Dilma, además de una situación particular de fortalecimiento parlamentario del PMDB. Un partido que si bien es aliado del gobierno, tiene muchos cortocircuitos con él. En el Senado, el candidato del PMDB, apoyado por el PT, triunfó políticamente, siendo alguien vinculado a las oligarquías tradicionales de los estados en Brasil que han tenido un revivir, porque estaban muertas, producto en muchos casos de las alianzas con el PT, que les dio cierta sobrevida. Pero todo esto no es suficiente para un impeachment. Fundamentalmente porque el PMDB jamás podría encabezarlo solo. Tendría que hacerlo una fracción aliada a los "tucanos" del PSDB, situación que hoy es remota, porque ellos no van a querer ir detrás del PMDB. Además, tampoco puede generar una situación de inestabilidad política donde ellos pierdan, porque ellos tienen el Senado, tienen la Cámara de Diputados, son clave en ese tipo de proceso.
–¿Qué se necesita para que suceda?
–Para que haya impeachment, hay que ver cuáles son las condiciones materiales que lo permitirían, porque no es un fenómeno sólo político. Se expresa en ellas, pero es la cristalización de otros movimientos de la estructura social. Por eso, es necesario no quedarse en los análisis superficiales y sensacionalistas, porque si bien llama la atención, "decir impeachment a Dilma", pero también hay que explicar qué es lo que pasa fuera de la superficie, a quién le conviene la inestabilidad política. Una cosa es que todos los partidos que están en el Parlamento quieran poner más condiciones, el PMDB ni hablar, pero otra cosa es jugarse el todo por el todo. ¿Por qué tendría que haber ahora un impeachment en Brasil? Incluso, yo creo que ese tipo de polaridad le sirve al gobierno, porque unifica.
–¿Cómo es eso?
–Un gobierno que a diferencia que en las otras elecciones, que fue votado con expectativas, esta vez fue votado como una elección menos peor, que es diferente que cuando lo votás de forma positiva. Muchos votaron contra los tucanos, a un discurso que se presentaba que no iba a tocar los derechos. Derecho conquistado, derecho que se iba a mantener, era lo prometido. Sin embargo, lo que tenemos, inclusive antes de que asuma el nuevo mandato, son ataques muy grandes a derechos de los trabajadores. Y una cosa que es terrible, se afecta al seguro de desempleo, que no es por la cuestión cuantitativa de lo que significa hoy ese gasto, porque es ínfimo en el Presupuesto total: el problema real es que es una confesión de partes del gobierno de que se vienen despidos en las grandes industrias.
–¿Y la clase dominante no apuesta al impeachment?
–Hay una situación que es más conceptual pero importante: a la clase dominante no le interesa la inestabilidad política. Eso no significa que en determinados momentos históricos juegue a eso. ¿Pero cuál es la lógica de la clase dominante brasileña hoy? La de jugar a una inestabilidad política sin un ascenso de masas, como medio para imponer condiciones a los gobiernos, siempre actúan así, pero es necesario comprender a Brasil post junio de 2013 (se refiere a las movilizaciones populares que llenaron las calles de San Pablo y Río de Janeiro con reclamos sociales, entre otras cosas). La inestabilidad política puede generar una situación que no quede controlada en el marco de la institucionalidad. Cuando tenemos un cuestionamiento a la institucionalidad.
–¿Por eso la necesidad de una reforma política?
–Hoy, todos los políticos, hasta los más tradicionales hablan de reforma política, pero nadie está dispuesto a hacerla de verdad. Incluso, quienes quedaron encabezan la comisión a cargo de la misma son los políticos más tradicionales, los que se beneficiaron más con el actual sistema político. Eso significa una cosa, me parece que la lectura es la siguiente: hasta los más reaccionarios se dan cuenta que hay un problema en el sistema político. Por eso, no es sólo el problema del impeachment a Dilma o no.
–¿Alguna variable puede provocar el impeachment?
–Hay una situación que no está controlada, que es el escándalo de la Petrobras. Porque no es una cuestión de corrupción individual, sino que es estructural, es la forma que tiene la burguesía brasileña de relacionarse con el Estado. Allí tenemos un esquema de corrupción gigantesco, que envuelve a empresas y políticos, y a para eso se proponen salidas por derecha o por izquierda. Por derecha, tenés la vieja propuesta de los tucanos, que sería hacer de la Petrobras una Petrobrax, sencillamente privatizarla y hacerla más vendible al capital financiero internacional. Lo cierto es que la cosa no puede seguir como está. Lo que queda claro es que es una relación en la que están involucrados el PT, el PMDB y los partidos de la coalición. Lo mismo con la crisis del transporte. Incluso en San Pablo el problema del agua es gigantesco, es una catástrofe social, porque todavía no vino lo peor, porque muestra un fracaso de una salida por derecha, donde las empresas se preocupan más por la tasa de ganancia que por la reproducción del capital y hacer inversiones. Por lo que la única salida por izquierda es poner la Petrobras bajo control de los trabajadores y los sectores populares, no hay otra.
–¿Y profundiza la crisis política?
–Entre la crisis del agua, las medidas de ajuste y los casos de corrupción, lo que se ve en las últimas encuestas es una cosa sintomática en este contexto, que existe una caída sistemática de la imagen de todos los políticos. Cayeron 20 puntos los principales referentes de San Pablo, tanto al intendente Fernando Haddad, del PT, como el gobernador Geraldo Alckmin, del PSDB, y la propia Dilma Rousseff. Las elecciones pasadas dejaron una lección, porque tanto Alckmin que ocultó el problema del agua, como Dilma que prometió no tocar derechos, demuestra que existe una distancia gigantesca entre lo que los políticos prometen y lo que hacen. Eso genera una crisis en el sistema político, teniendo presente que lo existió un junio de 2013 donde fue cuestionado.
–¿Pero no se expresó en las últimas elecciones?
–Me niego a aceptar el planteo que dice que esas movilizaciones tuvieron como resultado un Parlamento más de derecha, porque no existe una relación automática, porque lo que es verdad es que no existe una alternativa de izquierda a la altura de las circunstancias que permitiese capitalizar el descontento de las movilizaciones de junio. Eso no significa que los problemas presentados en esa ocasión, más otros como el problema del agua o el de ataques los derechos, no puedan volver a aparecer, de hecho aparecen.
–¿Dónde se expresa entonces?
–Tenemos una cierta recomposición de la lucha en el plano sindical, donde los trabajadores generaron ciertas experiencias en contra de la burocracia sindical. Como el caso de los recolectores de basura en Río de Janeiro, que hicieron una fuerte huelga el año pasado en Carnaval y ahora presentaron una lista interna que disputa las conducciones. Y así otras experiencias, como la huelga de profesores en Paraná, donde el gobernador presentó una propuesta de ajuste que tuvo que retirar de la Asamblea Legislativa. El problema es el siguiente: los sindicatos mayoritarios, como la Central Única de los Trabajadores, están más preocupadas por cubrirle las espaldas al gobierno que defender los derechos de los trabajadores. Igualmente, tenemos una demanda real de las necesidades de los trabajadores, lo que dificulta cada vez más este movimiento, lo que genera disputas, luchas, superación en algunos conflictos. Lo que va a definir es la lucha de clases, para mí no hay mucha discusión ahí.
–¿En definitiva la movilización social limita un impeachment?
–En ese contexto, una cosa es que las diferentes fracciones de las clases dominantes y los bloques parlamentarios quieran imponer sus condiciones y otra es querer generar un escenario de inestabilidad política que no pueda ser controlado. Ese 20% que pierden en las encuestas es sin movilización popular, lo que se profundiza si esto sucede. Está en crisis todo el sistema político y el PMDB, para jugarse como un todo a una crisis política de verdad, terminaría siendo riesgoso para él mismo, porque ellos tienen mucho más que perder. Porque no es sólo decir "Fora Dilma" sino que tenés que encontrar el remplazante.
–No hay quien pueda liderar ese proceso para las clases dominantes.
–No hay quien pueda liderar el proceso para las clases dominantes. Por lo que veo que no hay condiciones políticas para un impeachment. Lo que no significa que la crisis de la Petrobras cambie cualitativamente el escenario, que es cambiante, y que se profundiza con una crisis económica de la que, al parecer, no se puede salir. «
Más de 350 millones de evasión en petrobras
La red de corrupción que supuestamente operó en el ente estatal brasileño Petrobras habría resultado en una evasión fiscal de al menos 1000 millones de reales (unos 357 millones de dólares), según cálculos preliminares hechos por técnicos del fisco, citados ayer por el diario O Globo.
Los técnicos aclararon que ese valor incluye tributos, multas e intereses, y que puede ser mayor, puesto que fue estimado en base solamente a la primera etapa del operativo policial que desmanteló la red delictiva, integrada por ejecutivos de las principales constructoras del país, políticos y altos funcionarios de la estatal.
Los técnicos estiman que los valores relativos a la evasión fiscal acabarán siendo mayores al mencionado, entre otras razones porque todavía no fue concluido el análisis de las maniobras que las empresas contratistas de Petrobras, acusadas de actuar como cártel, hicieron para pagar menos impuestos sobre las obras sobrefacturadas.
Según varios de los involucrados en los fraudes, que están presos y dan detalles de las maniobras a cambio de obtener beneficios en sus condenas, las grandes constructoras pagaban a políticos y ejecutivos de la petrolera estatal entre el 1 y el 3% del valor de los contratos firmados, como forma de vencer en las licitaciones. Los técnicos explicaron que esos pagos eran registrados en facturas ficticias y contabilizados como gastos. Si esos gastos hubieran sido computados en forma legítima, habrían tributado.
Por otra parte, el fisco investiga las cuentas que algunos brasileños poseen en el banco HSBC en Suiza para saber si están vinculadas a las denuncias de que esa institución bancaria habría colaborado con importantes clientes para el lavado de dinero y la evasión de impuestos.
Según O Globo, el fisco todavía no ha tenido acceso a todos los datos, pero estima que 4000 cuentas pertenecen a personas con pasaporte brasileño, y que muchas están vinculados con los desvíos en Petrobras. De hecho, y a modo de ejemplo, el HSBC fue uno de los ocho bancos usados por el ex gerente ejecutivo de Petrobras Pedro Barusco Filho para depositar, a través de empresas offshore a nombre de testaferros, el dinero fruto de los sobornos recibidos por parte de las constructoras. Folha de São Paulo cita declaraciones hechas por Barusco a la policía, en las que denunció que al menos dos bancos europeos con sede en Suiza fueron conniventes y aceptaron guardar bajo secreto bancario dinero desviado de Petrobras.
Los técnicos aclararon que ese valor incluye tributos, multas e intereses, y que puede ser mayor, puesto que fue estimado en base solamente a la primera etapa del operativo policial que desmanteló la red delictiva, integrada por ejecutivos de las principales constructoras del país, políticos y altos funcionarios de la estatal.
Los técnicos estiman que los valores relativos a la evasión fiscal acabarán siendo mayores al mencionado, entre otras razones porque todavía no fue concluido el análisis de las maniobras que las empresas contratistas de Petrobras, acusadas de actuar como cártel, hicieron para pagar menos impuestos sobre las obras sobrefacturadas.
Según varios de los involucrados en los fraudes, que están presos y dan detalles de las maniobras a cambio de obtener beneficios en sus condenas, las grandes constructoras pagaban a políticos y ejecutivos de la petrolera estatal entre el 1 y el 3% del valor de los contratos firmados, como forma de vencer en las licitaciones. Los técnicos explicaron que esos pagos eran registrados en facturas ficticias y contabilizados como gastos. Si esos gastos hubieran sido computados en forma legítima, habrían tributado.
Por otra parte, el fisco investiga las cuentas que algunos brasileños poseen en el banco HSBC en Suiza para saber si están vinculadas a las denuncias de que esa institución bancaria habría colaborado con importantes clientes para el lavado de dinero y la evasión de impuestos.
Según O Globo, el fisco todavía no ha tenido acceso a todos los datos, pero estima que 4000 cuentas pertenecen a personas con pasaporte brasileño, y que muchas están vinculados con los desvíos en Petrobras. De hecho, y a modo de ejemplo, el HSBC fue uno de los ocho bancos usados por el ex gerente ejecutivo de Petrobras Pedro Barusco Filho para depositar, a través de empresas offshore a nombre de testaferros, el dinero fruto de los sobornos recibidos por parte de las constructoras. Folha de São Paulo cita declaraciones hechas por Barusco a la policía, en las que denunció que al menos dos bancos europeos con sede en Suiza fueron conniventes y aceptaron guardar bajo secreto bancario dinero desviado de Petrobras.
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