En Chile, hay un progresismo limitado


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Entrevista. Juan Carlos Gómez Leyton

En Chile, hay un progresismo limitado

En Chile, hay un  progresismo limitado
Durante uno de los recesos, Miradas al Sur tuvo la oportunidad de compartir un café con el politólogo chileno Juan Carlos Gómez Leyton y conversar sobre sus apreciaciones de la coyuntura política chilena, dejando una visión bastante crítica y pesimista de los primeros meses de Michelle Bachelet.
–El nuevo gobierno despertó expectativas de un realineamiento regional de Chile
–Mira, yo estuve aquí, dando una conferencia el año pasado, a pocos días de que ganó Michelle Bachelet, y una de las preguntas que me hacían era si Chile iba a cambiar su relación con el entorno latinoamericano, y yo afirmaba que no. Sencillamente, porque no se va a salir de la Alianza del Pacífico, que comparte con México, Colombia y Perú, un acuerdo articulado por el gobierno de Piñera y ahora se sigue en el mismo plano. Se sigue la misma estrategia, no cambió. Incluso en otros temas, tampoco se tiene predisposición de tratar la mediaterridad de Bolivia, es más, todo lo contrario, la endurece. Tienen una postura contraria a lo que es el fenómeno político venezolano, miran con desconfianza el fenómeno democrático. Por ahí se acercan al caso ecuatoriano, que es un poco menos rupturista y más continuista, en muchas políticas en términos neoliberales.
–¿Y a nivel interno, piensa que sí?
–El proceso político chileno hoy se ubica en una situación bastante paradojal, porque desde el año 2006 en adelante, con un pico en 2011, estallaron una serie de movilizaciones sociales que no necesariamente uno las podría conceptualizar como “movimiento social”, sino que más bien son una serie de protestas sociales o políticas, con muchos elementos culturales, que expresaban un descontento de cierta ciudadanía con respecto a lo que habían sido tanto los gobiernos concertacionistas, desde el año noventa hasta el año 2010, o también contra el modelo neoliberal en términos generales. Esto dio la impresión cierta de que podía ser un giro, siguiendo la tendencia que se vive en América latina, hacia una postura más progresista, de profundización de la democracia y cierto desmantelamiento del modelo neoliberal. La lucha de los estudiantes secundarios de 2006 por el tema de la educación y posteriormente de los estudiantes universitarios de 2011 por la educación gratuita, pública y de calidad, dio la impresión de que estábamos entrando en un ciclo bastante parecido a lo que había vivido el resto de América latina. Donde se cuestiona directamente al modelo neoliberal o el proceso neoliberal en general.
–Sin embargo vino Piñera…
–Sí, ése es el primer tropiezo de esta idea en 2010, cuando sale elegido como presidente de la república Sebastián Piñera, lo que vale decir es que hay un nulo impacto de la movilización de los estudiantes secundarios de 2006, en relación a lo que ocurre cuatro años después, es decir, no hay una vinculación electoral, por así decirlo, entre la movilización y la postura de elegir a un candidato de derecha, ¡un empresario!, el representante más genuino del neoliberalismo chileno, que es Sebastián Piñera, y esto marcó cierta sorpresa, del ¿por qué ganaba?
 –Pero el movimiento resurgió.
–Claro, luego, viene el gobierno de la derecha y estalla, al año siguiente de ser elegido, el movimiento estudiantil universitario de 2011, que es visible en toda América latina y en todas partes del mundo, donde incluso se reconoce a Camila Vallejo como una de las líderes más importantes y potenciales del estudiantado, y con una postura del movimiento estudiantil en ese momento de no tener ninguna búsqueda de inserción en la institucionalidad neoliberal, con lo cual uno podía pensar que venía nuevamente un ciclo de protesta social, de movilización, de ruptura, de quiebre con el sistema neoliberal generado por la dictadura.
–Lo que colocó a Bachelet en una nueva situación.
–Es muy relevante, porque aparece la figura de Michelle Bachelet, que había protagonizado las protestas del 2006, donde estaba en otra situación, ahora se conforma Nueva Mayoría, donde se abre la Concertación hacia partidos de izquierda, se incorpora al Partido Comunista, que había estado durante 20 años fuera del sistema político y fuera de la representación política; se suman dos partidos pequeños de izquierda, como el Partido de Izquierda Ciudadana y Partido Movimiento al Socialismo, del senador Navarro, con lo cual uno también pensaba que había también una gran manifestación que iba a apoyar un cambio, porque la Nueva Mayoría recogía todas las demandas del movimiento estudiantil y de las protestas sociales que habían ocurrido. Entonces aquí, viene otro gobierno, con un nuevo impulso, donde vamos a entrar nuevamente en un quiebre.
–¿Propicio para los cambios?
–En cierta medida, pero sin embargo, cuando uno analiza el programa de la Nueva Mayoría, aprecia de que no hay radicalización, sino que fundamentalmente recoge la demanda ciudadana de educación gratuita, sin lucro, de calidad; una serie de planteos que no son anti neoliberales. Lo que ellos hacen es una corrección a lo que se denominan “las fallas del mercado”, donde van a corregir las fallas del “mercado de la educación”, del “mercado de la salud” o del “mercado de la previsión social”,  o sea, van a corregir fallas para que el mercado funcione en mejores condiciones. Por lo tanto, no se despegan del modelo.
–¿Pero en gestión no se reorientan las políticas?
–Todo el balance que uno pueda hacer en estos seis meses  es que Chile lo único que hace es corregir las fallas del mercado. Manuel Antonio Garretón, un prestigioso y reconocido sociólogo de nuestro país, sacó un libro que se llamaNeoliberalismo corregido y progresismo limitado, que es justamente lo que es el gobierno de Bachelet, que corrige algunos aspectos del modelo neoliberal, limitando el progresismo a modificar algunos elementos sociales, pero no lo cambia, no lo modifica, por lo tanto, está generando hoy día, una suerte de silencio ciudadano que queda subterráneamente, acumulando rabia, de aquellos sectores que creían que podía ser distinto y en cualquier momento podemos estar en presencia de un nuevo “reventón” histórico popular, que no será una manifestación de las clases medias, como fue en 2006 y 2011.
–¿Pero las movilizaciones no propiciaban un cambio?
–El tema central es que algunos entendieron que eso era una reivindicación social, que la sociedad chilena estaba dispuesta a volver a que la educación sea pública, que sea un derecho social, organizado y entregado por el Estado para los ciudadanos. Pero cuando dices: usted no puede tener su hijo acá, porque este colegio selecciona según el lugar de residencia, se rechaza sosteniendo ¡¿quién es el Estado para decidir donde llevo a mi hijo?! Y en esa reflexión que hace el sujeto, está internalizada la idea de que “yo” soy el que elijo la educación de mi hijo y no el Estado la que me brinda eso, o sea que esa es una forma de contradicción que aparece en Chile después de estas movilizaciones.
–¿No tienen el mismo sentido que en otros lugares de América latina?
–No, porque es claro entender que las movilizaciones sociales que se producen en América latina son destituyentes, es decir sacan presidentes, el ejemplo más claro en este país es De la Rúa huyendo en helicóptero, o Sánchez de Lozada en Bolivia, o Mahuad en Ecuador, o Collor de Mello en Brasil, donde podemos seguir la lista de presidentes que fueron destituidos por la movilización social. En Chile lo único que echaban las movilizaciones es a ministros, como cuando lograron la renuncia de Lavín, que era ministro de Educación, pero no cuestionaron nunca al presidente. Y en un sistema presidencial, si uno no destituye la cabeza, no provoca nada. Entonces, ese movimiento al ser incapaz de ser destituyente, se volvió instituyente, por qué, porque los líderes del movimiento estudiantil, que primero decían no queremos ir al Senado, porque ahí está la politiquería, terminaron siendo diputados, como Camila Vallejo, Gabriel Boric, Carol Cariola, entre otros.

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