Un tablero complejo: el TEG de Dilma para el 2014
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Un tablero complejo: el TEG de Dilma para el 2014
Año 6. Edición número 295. Domingo 12 de enero de 2014
Por
Ricardo Romero, politólogo UBA/Unsam
Todo suma. Dilma Rousseff concreta apoyos desde todo el espectro político, sin renegar de los votos de la derecha democrática.
Mientras Brasil se prepara para el vivir el Mundial 2014, Dilma Rousseff se dispone a enfrentar las elecciones presidenciales del 5 de octubre. Y está revisando un complejo tablero político, casi como una suerte de juego de T.E.G. (Táctica y Estrategia de Guerra), donde repasa sus fichas y los Estados a disputar. Durante diciembre, la mandataria brasileña recibió un importante espaldarazo, cuando el PT (Partido dos Trabalhadores), en su V Congreso Nacional, la nominó candidata a la presidencia por un nuevo mandato, cerrando todas las especulaciones sobre una vuelta de Inácio Lula Da Silva.
Lo que pareciera ser un esquema simple, sumar, sin embargo no es tan sencillo, porque el sistema político brasileño permite los apoyos cruzados de los candidatos, donde pueden impulsar la postulación a gobernador de un partido y adherir al aspirante a la presidencia de otra leyenda. Además, las nominaciones al parlamento son personalizadas, por lo que una persona puede ser electa por un partido, formar parte de una bancada y ser reelecto por un tercero. Inclusive, pueden recibir fondos privados directamente en forma individual, sin rendir cuentas al partido, por lo que se autonomizan y corrompen.
Por eso, este sistema de elección de preferencias personalizadas hace que el PT, siendo el principal partido de gobierno, con sus candidatos al parlamento no sume más de 20 millones de votos, mientras su candidata al ejecutivo obtiene más de 47 millones en primera vuelta, dándole una reducida representación. En 2010 obtuvo una bancada de 88 diputados de 513 y sólo 8 de 81 senadores, lo que lo obliga a generar marcos de negociación con otros partidos, y en cierta medida explica la crisis del mensalão (la supuesta red de sobornos mensuales durante el gobierno Lula).
En ese marco, Miradas al Sur consultó al politólogo Alfredo Gugliano, Doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid y Profesor en la Universidad Federal de Río Grande do Sul, sobre cómo Dilma está reconstruyendo la base aliada para gobernar en el segundo mandato. Al respecto sostuvo: “No hay ninguna innovación, el esquema se centra principalmente en acordar con el viejo PMDB y luego sumar a los agregados menores, centrados en los aliados de izquierda del PT y los acuerdos que logró por centro y derecha”.
Tal como afirma Gugliano, el primer aliado estratégico es el PMDB –Partido del Movimiento Democrático Brasileño, que actualmente le aporta 17 senadores y 79 diputados, lo que lo hace poseedor de la vicepresidencia, que por el momento ocupa Michel Temer, y de tres ministerios. Este partido surgió de la oposición a la Arena (Alianza para la Reorganización Nacional, partido oficial de la Dictadura 1964-1985), y hereda el desarrollo territorial de ese período, lo que le permite obtener una buena representación, especialmente de los sectores de baja urbanización. La realidad muestra que no se gobierna Brasil sin el apoyo del PMDB, pero el problema que se presenta, es que en varios estados el PMDB no acompaña las candidaturas del PT y viceversa, incluso recibe apoyos del principal partido de oposición, el PSDB –Partido de la Social Democracia Brasileña.
Sobre la base de los parlamentarios propios y del PMDB, el PT debe lograr articular una “base aliada” bajo un armado electoral que implica una milimétrica sumatoria. Así, entra en un proceso de “troca-troca” –toma y daca– con diferentes referentes, dependiendo de cómo se reconfiguren las listas, que a la fecha lleva más de 50 diputados, un 10% de la cámara, que cambió de partido para presentarse en esta elección, lo que se torna un sistema muy vulnerable a la corrupción.
Con estas condiciones, el PT buscará sumar la adhesión de representantes de partidos de diversas adscripciones ideológicas- desde los de tradición laborista, como el Partido Democrático Trabalhista (PDT) o el Partido Trabalhista Nacional (PTN); los de base cristiana, como el Partido Social Cristiano (PSC) o el Partido Cristiano Trabalhista (PCT); o los que tienen fuerte presencia de evangélicos, como el Partido de la República (PR) y el Partido Republicano Brasileño (PRB); que además cuenta con el fuerte apoyo de la Iglesia Universal y se convirtieron en un bloque clave en el parlamento. Además, ya se logró el apoyo del nuevo PSD -Partido Social Democrático, escisión de los Demócratas (ex PFL- Partido Federal Liberal) y del Partido Progresista, formado en 2011, y del reciente Partido Republicano para el Orden Social (PROS).
No todo huele mal, el PT cuenta con un aliado incondicional, el Partido Comunista do Brasil, que suma su senador y sus 12 diputados al bloque oficialista y acompaña actualmente a la gestión desde de la estratégica Secretaría de Deportes, a cargo de organizar los mega-eventos con sede en Brasil: Copa Confederaciones 2013, Mundial 2014 y Olimpiadas 2016. Consultado por Miradas al Sur, Gustavo Alves, responsable del Portal Vermelho, órgano oficial del PCdB, comentó que su partido “mantiene la alianza porque está construyendo un proyecto junto con el PT desde 1989. Es el único partido que acompaño todas las postulaciones de Lula y apoyó a Dilma y la hará nuevamente”. Sobre por qué mantiene la alianza amplió: “Nosotros estamos apoyando la reelección de la presidenta Dilma porque consideramos que los cambios que Brasil experimenta desde 2003 aún precisan profundizarse”. Sobre las perspectivas electorales, Alves comentó:
“Creemos que lograremos vencer en las elecciones de octubre, sin embargo la batalla será muy dura, contra una oposición que es apoyada por los grandes medios”.
Un partido que también había sido un compañero de ruta del PT desde 1989, es el Partido Socialista Brasileño, que sin embargo, tras las elecciones municipales de 2012, donde el PSB fue el partido que más creció en las nueve regiones urbanas (141%), incluso disputando contra el oficialismo, la relación entró en crisis. El gobernador de Pernambuco y líder del partido, Eduardo Campos, cansado del rol secundario que le asignaba el PT, decidió salirse de la base aliada, que hoy aporta 34 diputados y 2 senadores, y prepararse para disputar por separado la elección de este año. Como si fuera poco, logró la afiliación de Marina Silva, ex ministra de Lula y que en 2010 fue candidata del Partido Verde, logrando salir tercera con 19,5 millones de votos. Si bien aún no definieron cómo sería la fórmula, Silva está teniendo un fuerte posicionamiento de los medios masivos, que con algunos juegos estadísticos la colocan como ganadora en una eventual segunda vuelta con Dilma. Sin embargo, Alfredo Gugliano sostiene: “Marina Silva optó por un proyecto al interior del PSB que reúne desde militantes de izquierda hasta sectores considerados realmente conservadores. Veo difícil que repita el perfil de novedad de las elecciones anteriores y, por lo que considero, no tiene un proyecto claro para Brasil”.
Lo que pareciera ser un esquema simple, sumar, sin embargo no es tan sencillo, porque el sistema político brasileño permite los apoyos cruzados de los candidatos, donde pueden impulsar la postulación a gobernador de un partido y adherir al aspirante a la presidencia de otra leyenda. Además, las nominaciones al parlamento son personalizadas, por lo que una persona puede ser electa por un partido, formar parte de una bancada y ser reelecto por un tercero. Inclusive, pueden recibir fondos privados directamente en forma individual, sin rendir cuentas al partido, por lo que se autonomizan y corrompen.
Por eso, este sistema de elección de preferencias personalizadas hace que el PT, siendo el principal partido de gobierno, con sus candidatos al parlamento no sume más de 20 millones de votos, mientras su candidata al ejecutivo obtiene más de 47 millones en primera vuelta, dándole una reducida representación. En 2010 obtuvo una bancada de 88 diputados de 513 y sólo 8 de 81 senadores, lo que lo obliga a generar marcos de negociación con otros partidos, y en cierta medida explica la crisis del mensalão (la supuesta red de sobornos mensuales durante el gobierno Lula).
En ese marco, Miradas al Sur consultó al politólogo Alfredo Gugliano, Doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid y Profesor en la Universidad Federal de Río Grande do Sul, sobre cómo Dilma está reconstruyendo la base aliada para gobernar en el segundo mandato. Al respecto sostuvo: “No hay ninguna innovación, el esquema se centra principalmente en acordar con el viejo PMDB y luego sumar a los agregados menores, centrados en los aliados de izquierda del PT y los acuerdos que logró por centro y derecha”.
Tal como afirma Gugliano, el primer aliado estratégico es el PMDB –Partido del Movimiento Democrático Brasileño, que actualmente le aporta 17 senadores y 79 diputados, lo que lo hace poseedor de la vicepresidencia, que por el momento ocupa Michel Temer, y de tres ministerios. Este partido surgió de la oposición a la Arena (Alianza para la Reorganización Nacional, partido oficial de la Dictadura 1964-1985), y hereda el desarrollo territorial de ese período, lo que le permite obtener una buena representación, especialmente de los sectores de baja urbanización. La realidad muestra que no se gobierna Brasil sin el apoyo del PMDB, pero el problema que se presenta, es que en varios estados el PMDB no acompaña las candidaturas del PT y viceversa, incluso recibe apoyos del principal partido de oposición, el PSDB –Partido de la Social Democracia Brasileña.
Sobre la base de los parlamentarios propios y del PMDB, el PT debe lograr articular una “base aliada” bajo un armado electoral que implica una milimétrica sumatoria. Así, entra en un proceso de “troca-troca” –toma y daca– con diferentes referentes, dependiendo de cómo se reconfiguren las listas, que a la fecha lleva más de 50 diputados, un 10% de la cámara, que cambió de partido para presentarse en esta elección, lo que se torna un sistema muy vulnerable a la corrupción.
Con estas condiciones, el PT buscará sumar la adhesión de representantes de partidos de diversas adscripciones ideológicas- desde los de tradición laborista, como el Partido Democrático Trabalhista (PDT) o el Partido Trabalhista Nacional (PTN); los de base cristiana, como el Partido Social Cristiano (PSC) o el Partido Cristiano Trabalhista (PCT); o los que tienen fuerte presencia de evangélicos, como el Partido de la República (PR) y el Partido Republicano Brasileño (PRB); que además cuenta con el fuerte apoyo de la Iglesia Universal y se convirtieron en un bloque clave en el parlamento. Además, ya se logró el apoyo del nuevo PSD -Partido Social Democrático, escisión de los Demócratas (ex PFL- Partido Federal Liberal) y del Partido Progresista, formado en 2011, y del reciente Partido Republicano para el Orden Social (PROS).
No todo huele mal, el PT cuenta con un aliado incondicional, el Partido Comunista do Brasil, que suma su senador y sus 12 diputados al bloque oficialista y acompaña actualmente a la gestión desde de la estratégica Secretaría de Deportes, a cargo de organizar los mega-eventos con sede en Brasil: Copa Confederaciones 2013, Mundial 2014 y Olimpiadas 2016. Consultado por Miradas al Sur, Gustavo Alves, responsable del Portal Vermelho, órgano oficial del PCdB, comentó que su partido “mantiene la alianza porque está construyendo un proyecto junto con el PT desde 1989. Es el único partido que acompaño todas las postulaciones de Lula y apoyó a Dilma y la hará nuevamente”. Sobre por qué mantiene la alianza amplió: “Nosotros estamos apoyando la reelección de la presidenta Dilma porque consideramos que los cambios que Brasil experimenta desde 2003 aún precisan profundizarse”. Sobre las perspectivas electorales, Alves comentó:
“Creemos que lograremos vencer en las elecciones de octubre, sin embargo la batalla será muy dura, contra una oposición que es apoyada por los grandes medios”.
Un partido que también había sido un compañero de ruta del PT desde 1989, es el Partido Socialista Brasileño, que sin embargo, tras las elecciones municipales de 2012, donde el PSB fue el partido que más creció en las nueve regiones urbanas (141%), incluso disputando contra el oficialismo, la relación entró en crisis. El gobernador de Pernambuco y líder del partido, Eduardo Campos, cansado del rol secundario que le asignaba el PT, decidió salirse de la base aliada, que hoy aporta 34 diputados y 2 senadores, y prepararse para disputar por separado la elección de este año. Como si fuera poco, logró la afiliación de Marina Silva, ex ministra de Lula y que en 2010 fue candidata del Partido Verde, logrando salir tercera con 19,5 millones de votos. Si bien aún no definieron cómo sería la fórmula, Silva está teniendo un fuerte posicionamiento de los medios masivos, que con algunos juegos estadísticos la colocan como ganadora en una eventual segunda vuelta con Dilma. Sin embargo, Alfredo Gugliano sostiene: “Marina Silva optó por un proyecto al interior del PSB que reúne desde militantes de izquierda hasta sectores considerados realmente conservadores. Veo difícil que repita el perfil de novedad de las elecciones anteriores y, por lo que considero, no tiene un proyecto claro para Brasil”.
ARCO OPOSITOR. En tanto que el partido opositor, el PSDB, no logra salir de la crisis sufrida en 2010, no sólo por su tercera derrota, sino por la estrepitosa que tuvo José Serra en la ciudad de San Pablo. En esta ocasión, los tucanos decidieron impulsar la candidatura de Aécio Neves, nieto del legendario Tancredo, actual senador que cuenta con cierto caudal de prestigio. Sin embargo, le está costando lograr los apoyos de sus ex-aliados, como los Demócratas (ex PFL, surgido del partido oficial de la Dictadura Militar), el Partido Popular Social (PPS) o el Partido Progresista Brasileño (PPB), algunos tentados de acompañar la postulación de Eduardo Campos del PSB, algo aún sin definir.
Sectores de derecha y algunos medios de comunicación dejaron correr la posibilidad de impulsar la candidatura del presidente del Tribunal Supremo de Justicia, el Juez Joaquim Barbosa, por el rol protagónico que tuvo al decidir el encarcelamiento de los ex funcionarios petistas acusados de implementar los sobornos a los parlamentarios, entre ellos José Dirceu y José Genoíno. Sin embargo, Alfredo Gugliano puso en duda esa posibilidad, al respecto comentó: “Si bien estuvo muy presente durante el año pasado, presentándose como el defensor del pueblo brasileño, como el juez que castiga a los corruptos, recibió muchas críticas y varios de sus comportamientos fueron cuestionados, sea como juez o como hombre político. No creo que abandone el Tribunal de Justicia por un cargo en el parlamento y tampoco veo apoyos suficientes para una candidatura presidencial”.
Con este panorama, pareciera ser que Dilma Rousseff no sólo podría alcanzar la reelección, las encuestas la muestran ganadora segura en primera vuelta con más del 40% y decidida vencedora en un ballotage, sino que además podría articular un bloque parlamentario claramente mayoritario. Sin embargo, aún están latentes las movilizaciones de junio de 2013 durante la Copa Confederaciones, que ponen en alerta a la mandataria, que si bien recuperó el apoyo a su gestión, en esa oportunidad, su imagen cayó en 20 puntos, algo que podría ser letal en este año a meses de la elección presidencial.
Sectores de derecha y algunos medios de comunicación dejaron correr la posibilidad de impulsar la candidatura del presidente del Tribunal Supremo de Justicia, el Juez Joaquim Barbosa, por el rol protagónico que tuvo al decidir el encarcelamiento de los ex funcionarios petistas acusados de implementar los sobornos a los parlamentarios, entre ellos José Dirceu y José Genoíno. Sin embargo, Alfredo Gugliano puso en duda esa posibilidad, al respecto comentó: “Si bien estuvo muy presente durante el año pasado, presentándose como el defensor del pueblo brasileño, como el juez que castiga a los corruptos, recibió muchas críticas y varios de sus comportamientos fueron cuestionados, sea como juez o como hombre político. No creo que abandone el Tribunal de Justicia por un cargo en el parlamento y tampoco veo apoyos suficientes para una candidatura presidencial”.
Con este panorama, pareciera ser que Dilma Rousseff no sólo podría alcanzar la reelección, las encuestas la muestran ganadora segura en primera vuelta con más del 40% y decidida vencedora en un ballotage, sino que además podría articular un bloque parlamentario claramente mayoritario. Sin embargo, aún están latentes las movilizaciones de junio de 2013 durante la Copa Confederaciones, que ponen en alerta a la mandataria, que si bien recuperó el apoyo a su gestión, en esa oportunidad, su imagen cayó en 20 puntos, algo que podría ser letal en este año a meses de la elección presidencial.
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