Camino a la reelección



Camino a la reelección


Dilma. Como un juego de la oca, la presidente recupera casilleros camino a un nuevo mandato.

Pese a las turbulencias de distinto origen que atravesaron Brasil en los últimos meses, la aprobación ciudadana y el apoyo electoral a la presidente Dilma Rousseff parecen haberse recobrado con creces en todo el país.
A meses de las tormentas sociales que vivió Brasil durante la Copa Confederaciones, Dilma Rousseff parece recuperar su apoyo popular: el índice de aprobación al gobierno, que se había desplomado pasando del 65% en marzo de este año al 35% en junio, retomó su alza alcanzando el 41% de asentimiento, según lo indica la Data Folha. A su vez, el nivel de aceptación subió en los segmentos populares (del 44% al 50%) y se consolida en las regiones más empobrecidas, como el Nordeste (del 46% al 52%) y en las regiones del Norte/Centro-Oeste (del 39% al 48%), lo que marca un reposicionamiento en su base electoral.
De hecho, en las encuestas preelectorales, Dilma Rousseff lidera las preferencias, su intención de voto que en octubre estaba en el 42% pasó al 47% en diciembre, frente a las caídas de Aécio Neves (PSDB - Partido de la Social Democracia Brasileña) del 21% al 19% y de Eduardo Campos (PSB - Partido Socialista Brasileño) del 19% al 11%. Incluso, la ex senadora Marina Silva, que podría ser eventualmente una candidata del PSB, bajó su nivel de intención de voto del 29% al 24%. Lo cierto es que todas las tendencias posibilitarían su victoria en el primer turno y todas la dan ganadora en el ballottage. Ante tal escenario, y con la renuncia del ex presidente Inácio Lula da Silva a una postulación, que también lidera las encuestas, la presidenta brasileña tendría un buen panorama para construir su reelección en 2014.
En ese marco, el Partido dos Trabalhadores desarrolló su V Congreso Nacional, que reafirmó la candidatura de la presidenta Dilma Rousseff para un nuevo mandato, y todas sus deliberaciones tuvieron como eje central la estrategia de campaña del año que viene para garantizar dicho objetivo. De hecho, en las declaraciones emergidas, un punto central que se propondrán los petistas será “divulgar la transformación de la sociedad brasileña, especialmente en áreas como la pobreza y la indigencia, eje central de las políticas de gobierno tanto de Lula como de la actual presidencia”. En consonancia, las diferentes candidaturas se orientarán a fortalecer la performance electoral de Dilma.
Sin embargo, aún Rousseff tiene que sortear muchos obstáculos para alcanzar un nuevo mandato. Especialmente las acciones de los grupos mediáticos, que insisten en instalar a Marina Silva, o en su defecto a Eduardo Campos, como posibles contendientes en segunda vuelta. Si bien las encuestas marcan un fuerte debilitamiento de la oposición, buscarán fogonear un candidato durante el primer semestre de 2014 y propiciar el desgaste del gobierno con diferentes temas, como el de los condenados por el caso de la Mensalão (soborno mensual que recibían los diputados), la instalación del tema inflacionario o la inseguridad en el Mundial.
A su vez, la misma Data Folha ataca acciones del gobierno, como el proyecto de Reforma Política y, obviamente, la propuesta de Democratización de la Comunicación. Estos son puntos centrales que se propuso encarar el Partido dos Trabalhadores, en palabras de Rui Falcão, su reelecto presidente y quien encabezará la campaña de Dilma Rousseff. Entrevistado por Artemio López, sostuvo como los temas principales a afrontar: “La reforma del sistema político y electoral, que incluye el fin de la financiación privada de los partidos políticos y el combate a la corrupción; mejorar la participación de las mujeres y ampliar los mecanismos de participación popular, previstos en la Constitución. Otra reforma es la democratización de los medios de comunicación. No se trata de restringir la libertad de expresión, sino de reglamentar los artículos de la Constitución que velan por el derecho social a la comunicación. Y principalmente el artículo que prohíbe los monopolios en la comunicación. Y también la reforma de los sindicatos, el problema de la movilidad urbana y la reforma tributaria”.
Tarea nada sencilla, porque para la Reforma Política deberá sortear un esquema que se basa en sí mismo en una estructura proclive a la corrupción, por lo que resulta impensable que los mismos beneficiados por el sistema vayan a aprobar una modificación, menos de carácter integral. Por lo cual, salvo que se impulse una consulta popular, los cambios serían remotos o cosméticos. A su vez, la fuerte oposición mediática impediría avanzar con una democratización profunda de la comunicación, menos aún la desmonopolización de la gigante Rede Globo, grupo surgido al calor de la dictadura militar (1964-1985), que abarca una red multimedia de 122 emisoras propias y afiliadas, con capacidad de instalar e imponer temas políticos a lo largo y ancho del Brasil.
Además de los medios de comunicación, otro frente que deberá abordar será la economía. Si bien Dilma Rousseff sube en las encuestas de apoyo, en los índices económicos cae. Al menos del crecimiento registrado en 2010 que, gracias a la demanda de commodities por parte de China y al consumo interno impulsado por el crédito, había alcanzando un 7,5%, la tendencia muestra una fuerte desaceleración, donde el 2013 dejará como saldo una preocupante tasa del 2%. Por eso, los grupos económicos presionan al gobierno para que realice cambios e influyen en ese sentido, por ejemplo, cuando decidió divulgar una tabla con el reajuste de combustibles, las acciones de Petrobras cayeron un 9%, haciéndole sentir su capacidad de chantaje. Otros de los ejes de presión son los precios, donde las empresas están impulsando un alza inflacionaria.
A pesar de esto, Dilma Rousseff mantendrá su esquema de política fiscal, empero de su deterioro presupuestario, debido a las exenciones tributarias que está realizando, a fin de estimular la inversión, y de los gastos, para sostener el consumo. Es que en el equipo de gobierno considera que sería un suicidio político realizar ajustes que impliquen pérdidas de empleos en pleno año electoral. En tanto que recortar gasto implicaría reducir la inversión pública en Brasil, porque los montos destinados a pensiones y sueldos públicos son inamovibles, lo que implicaría profundizar la desaceleración económica, situación que está descartada por la conducción económica.
En este esquema, la presión se traslada a la política monetaria, donde el real se viene depreciando, ya perdió un 7% en los últimos dos meses, y si bien esto mejora la competitividad, provoca fugas de capitales, de tal manera que los movimientos especulativos del capital financiero obligaron al Banco Central de Brasil a quemar reservas para sostener el poder de su moneda, llegando a ofrecer unos 500 millones de dólares por día, alcanzando los 60 mil millones a lo largo del año, el doble de las reservas actuales de Argentina, algo que está realizando a cuenta de las regalías petroleras que obtendrá del Pre-Salt.
En tanto que los intentos de tasas de interés altas, para provocar un ingreso de capitales extranjeros, obliga al BC a sostener a los bancos estatales a través de transferencias que superan los 10 mil millones de dólares en capital de producción para promover préstamos internos y sostener la inversión, elevando la deuda bruta del país que alcanza más de un 60% del PBI.
Sumado a esto, un problema complejo de enfrentar es la inversión en infraestructura, donde Dilma Rousseff apuesta a las concesiones privadas especialmente en ferrocarriles y manejo de puertos. De hecho, a lo largo del año, el gobierno concesionó tres carreteras federales y los aeropuertos internacionales de Río de Janeiro y Belo Horizonte, y realizó subastas para otorgar licencias para el tendido de líneas eléctricas de plantas y generación de energía, política que se comprometió a continuar durante 2014.
Si bien esto puede resultar una seducción al capital, algunas acciones generan tensiones sociales, por ejemplo, el desarrollo de un complejo de represas hidroeléctricas que el gobierno pretende erigir en el río Tapajos, tras la senda de la central de Belo Monte en el río Xingú, en el Estado amazónico de Pará, noreste del país, provocó el reclamo del pueblo mundurukú, que se trasladaron a Brasilia para reclamar la demarcación de tierras y derecho a consulta para frenar una obra que provocaría la inundación de varias de sus aldeas. Son escollos que debe enfrentar un proyecto que pretende obtener unos 10.700 megavatios de energía para abastecer una recuperación económica.
Como si fuera poco, Dilma tiene que jugar en todas las canchas, una de ellas es el Mundial de Fútbol, y no para que Brasil salga campeón, de hecho el favorito es Argentina, sino para garantizar que se realice. Y es que se prevé que podrían sucederse nuevamente fuertes movilizaciones sociales durante el transcurso del evento, poniendo en alerta el sistema de seguridad del mismo. Sin embargo, el secretario ejecutivo del Ministerio de Deportes, Luis Fernandes, apuesta a que las protestas sociales esta vez sean eclipsadas por el aliento a la verde-amarela, en palabras del ministro a la agencia Reuters TV: “¿Si tendremos el mismo tipo de protestas en la Copa del Mundo? Nunca sabes (…) Mi impresión es que lo que va a dominar es la pasión por el fútbol, porque éste es el país del fútbol”.
Lo cierto es que los reclamos sociales tienen cierto asidero, es que se llevan gastados, sólo en estadios, más de 3.400 millones de dólares en la organización, por lo que el clima de protesta podría resurgir con fuerza durante la Copa. Aunque parte de las reivindicaciones que se observaron en los reclamos provocaron acciones del gobierno, que reorientó inversiones en los pésimos servicios de transporte, salud y educación. El logro fundamental de estas manifestaciones fueron la asignación de las regalías petroleras a inversiones en educación y salud, siendo el programa más emblemático el “Más médicos para Brasil”, que está generando la incorporación de especialistas de América latina, especialmente Cuba y Uruguay, en los distintos municipios de Brasil.
Sin embargo, los problemas fundamentales que llevaron a las personas a las calles aún no están resueltos, especialmente el reclamo por la Reforma Política, punto que marcaría el regreso de las protestas durante el Mundial y un incierto impacto en las presidenciales de octubre, con la diferencia de que esta vez no serán sorpresivas para Dilma, que podrá darse una estrategia para contener este descontento, e incluso utilizarlo como fuerza propia para propiciar la consolidación de un proyecto de cambio del sistema electoral.
Lo cierto es que las encuestas marcan que un 66% de los brasileños esperan cambios en el próximo gobierno, algo que se profundiza en la franja más joven que alcanza un 73%, por lo que Rousseff deberá enfrentar cambios. Una buena oportunidad será el recambio de gabinete que deberá afrontar, porque pondrá en juego a 19 de sus ministros en distintas candidaturas a gobernador, senador o diputado federales, por lo que podrá oxigenar el gabinete.

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