Un campeón sin festejos

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Un campeón sin festejos

Año 6. Edición número 267. Domingo 30 de junio de 2013
internacional@miradasalsur.com (TELAM).
Opinión.
Se juega la final de la Copa Confederaciones, sin embargo los medios estarán más atentos al nivel de las manifestaciones en los alrededores del estadio que al partido mismo. Y es que de consagrarse campeón la verdeamarela, que juega con España, los brasileños tendrán poco por festejar, o mucho, si se hace un balance político. Para muchos, la masividad de las protestas fue sorpresiva, aunque sus causas resultan comprensibles. Es que Brasil sufrió una profunda transformación sociodemográfica. Triplicó su población en cuarenta años, pasó de 60 millones en 1960 a 180 el año 2000, incluso alcanzando los 200 millones durante la gestión de Inácio Lula da Silva. Esta expansión generó ese “baby boom” que hoy se manifiesta en las calles. Esta nueva dinámica de desarrollo inclusivo, que implicó la concreción del “Fome Zero” (Hambre Cero), base del gobierno de Lula, se contrasta con componentes estructurales de Brasil. La fuerte descentralización de la política, fortalece la lógica territorial y el empoderamiento a los prefeitos (intendentes) de los municipios, quienes están más preocupados en garantizar su carrera política que en cubrir las necesidades de infraestructura de ciudades que receptan ese crecimiento demográfico. Para graficar la situación, Brasil tiene unas 40 ciudades con más de medio millón de habitantes y unas 10 con más de un millón. Además, destacan Belo Horizonte, Salvador, Brasilia y Fortaleza con 2,5 millones; Río de Janeiro con 6 millones y, especialmente, San Pablo, con 12 millones y un conurbano de otros 10 millones de habitantes. Estas cifras permiten descifrar la magnitud de los escenarios donde transcurrieron las manifestaciones. Los déficits en infraestructura de estas ciudades, que refieren a educación, salud, vivienda y transporte, son la base de la agenda de estas movilizaciones. Es claro, que la inclusión social de millones de brasileños conlleva a nuevas demandas desde una perspectiva de una ciudadanía integral, especialmente en lo que refiere al hábitat de vida. En ese marco, los jóvenes que reciben sus tablets para cursar el nivel medio, además quieren tener acceso a la educación superior, hoy altamente restringida. Para dar dimensión, Brasil con 200 millones de habitantes tiene 2,4 millones de estudiantes universitarios al igual que Argentina, con una población de 40 millones. En tal sentido, los gastos en los megaeventos (Copa Confederaciones, Mundial 2014 y Olimpíadas 2016) que alcanzan unos 13 mil millones de dólares y podrían duplicarse hasta que arranquen los torneos, irritan a una población que ve cómo los lobbies empresariales, aliados a la CBF y la FIFA, junto a prefeitos, se embolsan cuantiosas ganancias en una infraestructura que poco los beneficia, porque no está pensada para el desarrollo cotidiano, sino para espectadores que van del aeropuerto al hotel y al estadio, y viceversa, cuando lo que necesitan son medios para ir al trabajo o a la escuela. En tal sentido, el Movimiento Pase Libre, impulsor de las manifestaciones, centraba su protesta en evitar que la ciudadanía pagara los costos de un evento de ganancias para pocos. La masividad de su convocatoria, más allá de su desborde y violencia, colocaró en agenda los problemas más profundos referidos a las necesidades en educación y salud. Sin duda, las masivas protestas marcaron una nueva agenda política en Brasil, no sólo porque lograron frenar los aumentos en el transporte, sino porque además provocaron que el Parlamento rechazara la PEC 37 (Propuesta de Enmienda Constitucional) que buscaba reducir capacidades de investigación de varios organismos públicos, entendiéndolo como un aval a la corrupción, y lograron la aprobación en Diputados de la asignación de las regalías petroleras a la inversión en Educación y Salud. En ese marco, Dilma Rousseff logra utilizar esa fuerza casi como un pase de aikido para reorientarla a las profundas transformaciones que necesita Brasil. Logró sentar a los gobernadores y prefeitos involucrados junto a los principales referentes de las manifestaciones para llegar a un acuerdo fiscal sobre la transparencia y responsabilidad de los fondos públicos, no como un acuerdo neoliberal de restricción de gastos, sino como una forma democrática de deliberar y resolver sobre las inversiones públicas. A su vez, la presidenta impulsa ahora la reforma política como marco para contrarrestar un sistema institucional que diseñó la dictadura militar y que provoca que un Ejecutivo elegido con el 50% de los votos nunca pueda superar el 25% de representación parlamentaria, obligando a los mecanismos de acuerdos y negociaciones, propicios a formas de corrupción, que en gran parte debilitan la gestión de gobierno. Tarea nada sencilla: de hecho tuvo que desistir de una consulta popular y es remota la posibilidad de que un cambio salga de un Parlamento cuyo actual sistema lo favorece. Sin embargo, es una batalla que recién comienza.

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  • Al entregar un millón de becas del ProUNI (Programa Universidad para Todos), la presidenta Dilma Rousseff no sólo realizó una obra de gobierno, además marcó un punto de inflexión en el sistema universitario brasileño. En base a políticas públicas (tales como la creación de universidades, becas, préstamos de estudios y cuotas afirmativas para afrodescendientes, mujeres y pobres), la estructura elitista de la educación superior se transformó en un esquema educativo abierto e inclusivo.
  • La Copa de las Confederaciones, un evento organizado para que la selección de fútbol de Brasil haga gimnasia, terminó desatando una de las movilizaciones más importantes de los últimos treinta años en ese país. Si bien desconcertó por la masividad de la protesta, los motivos de la misma no sorprendieron a nadie. Es que la organización de este certamen, junto con el Mundial 2014 y las Olimpiadas 2016, vienen causando dolores de cabeza a la presidenta Dilma Rousseff.
  • En una semana termina el mandato de Luiz Inácio Lula da Silva, el tornero mecánico que llegó a la presidencia de la mano del Partido dos Trabalhadores para cambiar Brasil. En el Foro Social Mundial de 2002, recién elegido, sostuvo que un gobierno de izquierda debe evaluarse a partir de los cambios que generó a favor de la sociedad. En ese sentido, podemos afirmar que Brasil cambió.
  • Si bien faltan más de 30 meses para el puntapié inicial de la Copa 2014, el Mundial de Fútbol se palpita en la política brasileña. De hecho, su organización se llevó puesto a un ministro de Dilma Rousseff, el comunista Orlando Silva, que acusado de un supuesto desvío de fondos no resistió el embate de la Fifa. La máxima organización del fútbol, a traves de su secretario general, Jerome Valcke, presiona para que Brasil avance en la sanción de una normativa para facilitar las obras y el desarrollo del evento.
  • Pasadas las elecciones y ganadora Dilma Rousseff, es hora de bajarse del escenario y encarar el Brasil real. Hay mucho que hacer. Los datos siguientes son todos oficiales. Pese a los avances sociales del gobierno de Lula, según la Encuesta Nacional por Muestreo a Domicilio –Pnad 2009–, Ibge, divulgada el 8 de septiembre, el ingreso medio del brasileño, calculado en 650 dólares el año 2009, fue un 2,2% inferior al del 2008.
  • Casi como una metamorfosis kafkiana, devino la mariposa y Brasil ahora comienza a volar con belleza femenina. Aquella joven guerrillera, que padeció la tortura de una dictadura asesina, con el esfuerzo de haberse recibido de economista y haber mostrado su capacidad en la gestión pública, llega a la presidencia luego de haber enfrentado su primera contienda electoral. La flamante presidenta Dilma Rousseff tiene el reto de marcar su impronta en un nuevo gobierno.

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