Paz y negociación: Dilma quiere acordar en armonía
Paz y negociación: Dilma quiere
acordar en armonía
Propuesta presidencial tras las manifestaciones.
La Copa de las Confederaciones, un evento organizado para que la selección de fútbol de Brasil haga gimnasia, terminó desatando una de las movilizaciones más importantes de los últimos treinta años en ese país. Si bien desconcertó por la masividad de la protesta, los motivos de la misma no sorprendieron a nadie. Es que la organización de este certamen, junto con el Mundial 2014 y las Olimpiadas 2016, vienen causando dolores de cabeza a la presidenta Dilma Rousseff.
Oportunamente, la presión de la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA) por la habilitación de venta de bebidas alcohólicas y por la realización de las obras de infraestructura, con licitaciones ad hoc en tiempo récord, provocaron incluso la renuncia de un secretario de Deportes. En tal sentido, el intento de trasladar los costos de inversión en transporte a los habitantes de las sedes del evento fue la punta del iceberg del conflicto que irrumpió en las calles brasileñas.
Las primeras convocatorias fueron realizadas por el Movimiento Pase Libre, impulsado por organizaciones de izquierda, pero a lo largo de las jornadas fueron desbordados por la convocatoria de las redes sociales (y los medios de comunicación) que desplazaron la protesta contra el opositor Geraldo Alckim (gobernador de San Pablo) hacia todo el espectro político, alcanzando a la misma presidenta Dilma Rousseff.
Así, el reclamo contra el aumento en las tarifas del transporte se vio incrementado por reclamos que van desde el pedido de mayor transparencia e inversiones en educación y salud, hasta ataques a la política en general. Si bien es destacable el componente juvenil de los manifestantes, algo que hacía recordar al Impeachment contra Fernando Collor de Melo en 1992, el perfil antipartidario y apolítico del mismo es muy diferente al movimiento que provocó aquella destitución hace veintiún años.
Esta situación provocó la suspensión de un viaje a Japón de Dilma Rousseff, quien se reunió de emergencia con su equipo para analizar la canalización de esta protesta y sus perspectivas, teniendo presente que la visita de Francisco I a la Jornada Mundial de la Juventud Católica se produciría el próximo 22 de julio.
Por cadena nacional, la presidenta se dirigió al pueblo brasileño para exponer una propuesta de negociación que, aclaró, queda condicionado a la paz social. En su alocución, Rousseff celebró las “movilizaciones pacíficas y democráticas”, pero remarcó que actuará con firmeza contra los violentos. “El gobierno y la sociedad no pueden aceptar que una minoría destruya el patrimonio público y privado”, sentenció.
Así, Rousseff propuso una gran negociación, con los gobernadores, las autoridades locales y hasta con los mismos líderes de la protesta, que permita avanzar en mecanismos de transparencia y que garantice no sólo inversiones en un sistema de movilidad urbana, sino que además aporte a las partidas presupuestarias en salud y educación, destacando especialmente el proyecto que presentó para orientar los ingresos petroleros prioritariamente hacia esas áreas. Con estas acciones, la presidenta espera volver a un marco de paz.
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