El Ying y el Yang de dos vecinos
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El Ying y el Yang de dos vecinos
Año 5. Edición número 241. Domingo 30 de diciembre 2012
Desde sus raíces históricas, Brasil y Argentina estuvieron vinculados en procesos políticos similares. Al ver los parecidos entre Mariano Moreno y Joaquim Gonçalves Ledo; Julio A. Roca y Deodora Da Fonseca; Juan D. Perón y Getulio Vargas; Arturo Frondizi y Jusbelino Kubischetk; Raúl Alfonsín y José Sarney; Carlos Menem y Fernando Henrique Cardoso; se puede marcar un paralelismo en la vida de ambos países. Pero, la dupla Ignacio Lula Da Silva y Néstor Kirchner y las actuales mandatarias Cristina Fernández y Dilma Rousseff establecen una nueva etapa en la relación bilateral, debido a que la configuración internacional, el marco regional y la política interna de ambos países convergen en una sólida simbiosis política.
En el plano global, el nuevo estatus de sexta economía del planeta y acreedor en los organismos internacionales, colocan a Brasil en un nuevo rol en el escenario mundial. En ese marco, la alianza con Argentina, en espacios como el G-20, permite marcar un contrapunto a las directrices ortodoxas y sostener un planteo no monetarista, centrado en la producción y la inversión. De hecho, en la 67º Asamblea General de la ONU, las presidentas Rousseff y Fernández cargaron contra las medidas anticrisis de la UE y los Estados Unidos, y sostuvieron una defensa a las políticas de protección de empleo y promoción de la industrialización en ambos países. A su vez, Brasil sostiene una articulación alternativa, en el marco de los Brics, que a pesar de la desaceleración China, permitió transitar sin sobresaltos la crisis de los centros financieros.
Sin duda, la vinculación regional permitió sobrellevar el panorama internacional. Con el ingreso de Venezuela al Mercosur, la región consolida en espacio territorial y energético, con una población de casi 300 millones de personas, y que promete ampliarse con el ingreso de Bolivia y Ecuador, lo que permitiría articular el armado político de la Unasur en un bloque regional de integración. Incluso, el nuevo gobierno de México, permitiría centrar un esquema continental que dotaría a la Celac una base infranqueable a los intereses del capital financiero. En ese sentido, cabe mencionar las implicancias de esas articulaciones, citando el caso de la Fragata Libertad, retenida en Ghana el 2 de octubre pasado por un fallo a favor de los fondos buitre, que más allá de los logros del gobierno argentino en los estrados jurídicos, también tuvo una colaboración total de Brasil, que al tener representación diplomática en el país africano, la misma presidenta Rousseff puso a disposición de diplomáticos, juristas y funcionarios argentinos la embajada brasileña.
Esto refuta los argumentos que sostienen una relación frágil, basada en señalar los conflictos arancelarios y comerciales que tienen ambos países, este planteo no comprende que la Argentina y Brasil representan un espacio económico 250 millones de personas, con una base industrial sólida, de gran potencial y abundantes recursos naturales estratégicos en una extensión de 9.000 millones de km2 y que los acuerdos en proyectos hidrocarburíferos establecerán un eje de desarrollo clave en la región. Tal como comentó a Miradas al Sur, el historiador económico Mario Rapoport: “la alianza estratégica que viene conformando desde la década de 1980, no sólo conduce a la superación de las dificultades históricas que tuvieron ambos países, sino que además trae beneficios concretos para ambas sociedades”.
Y este vínculo se estrecha con la política interna, que a pesar del esfuerzo de marcar diferencias por parte de opositores, lo cierto es que tanto Lula y Dilma tuvieron como lazo estratégico para la política exterior de Brasil a Néstor Kirchner y Cristina Fernández en Argentina, vínculo que se potencia en coincidencias políticas que refieren a la visión sobre el multilateralismo y el americanismo. A su vez, cabe comprender que los modelos nacionales desarrollados en los países latinoamericanos se sustentan también en una convergencia ideológica de sus gobernantes, centradas en el avance de derechos humanos, la inclusión social y la garantía y promoción de derechos. Sin duda, profundizar la relación en la integración productiva potencia la unión continental. Por eso, con una agenda que no para, a finales de enero luego de la Cumbre Suramericana, las presidentas Dilma Rousseff y Cristina Fernández se reunirán en El Calafate, junto a sus ministros, para continuar con los lineamiento en diciembre, en el palacio de Itamaraty y realizar una evaluación de lo actuado y la implementación de proyectos acordados.
El Ying y el Yang de dos vecinos
Año 5. Edición número 241. Domingo 30 de diciembre 2012
Desde sus raíces históricas, Brasil y Argentina estuvieron vinculados en procesos políticos similares. Al ver los parecidos entre Mariano Moreno y Joaquim Gonçalves Ledo; Julio A. Roca y Deodora Da Fonseca; Juan D. Perón y Getulio Vargas; Arturo Frondizi y Jusbelino Kubischetk; Raúl Alfonsín y José Sarney; Carlos Menem y Fernando Henrique Cardoso; se puede marcar un paralelismo en la vida de ambos países. Pero, la dupla Ignacio Lula Da Silva y Néstor Kirchner y las actuales mandatarias Cristina Fernández y Dilma Rousseff establecen una nueva etapa en la relación bilateral, debido a que la configuración internacional, el marco regional y la política interna de ambos países convergen en una sólida simbiosis política.
En el plano global, el nuevo estatus de sexta economía del planeta y acreedor en los organismos internacionales, colocan a Brasil en un nuevo rol en el escenario mundial. En ese marco, la alianza con Argentina, en espacios como el G-20, permite marcar un contrapunto a las directrices ortodoxas y sostener un planteo no monetarista, centrado en la producción y la inversión. De hecho, en la 67º Asamblea General de la ONU, las presidentas Rousseff y Fernández cargaron contra las medidas anticrisis de la UE y los Estados Unidos, y sostuvieron una defensa a las políticas de protección de empleo y promoción de la industrialización en ambos países. A su vez, Brasil sostiene una articulación alternativa, en el marco de los Brics, que a pesar de la desaceleración China, permitió transitar sin sobresaltos la crisis de los centros financieros.
Sin duda, la vinculación regional permitió sobrellevar el panorama internacional. Con el ingreso de Venezuela al Mercosur, la región consolida en espacio territorial y energético, con una población de casi 300 millones de personas, y que promete ampliarse con el ingreso de Bolivia y Ecuador, lo que permitiría articular el armado político de la Unasur en un bloque regional de integración. Incluso, el nuevo gobierno de México, permitiría centrar un esquema continental que dotaría a la Celac una base infranqueable a los intereses del capital financiero. En ese sentido, cabe mencionar las implicancias de esas articulaciones, citando el caso de la Fragata Libertad, retenida en Ghana el 2 de octubre pasado por un fallo a favor de los fondos buitre, que más allá de los logros del gobierno argentino en los estrados jurídicos, también tuvo una colaboración total de Brasil, que al tener representación diplomática en el país africano, la misma presidenta Rousseff puso a disposición de diplomáticos, juristas y funcionarios argentinos la embajada brasileña.
Esto refuta los argumentos que sostienen una relación frágil, basada en señalar los conflictos arancelarios y comerciales que tienen ambos países, este planteo no comprende que la Argentina y Brasil representan un espacio económico 250 millones de personas, con una base industrial sólida, de gran potencial y abundantes recursos naturales estratégicos en una extensión de 9.000 millones de km2 y que los acuerdos en proyectos hidrocarburíferos establecerán un eje de desarrollo clave en la región. Tal como comentó a Miradas al Sur, el historiador económico Mario Rapoport: “la alianza estratégica que viene conformando desde la década de 1980, no sólo conduce a la superación de las dificultades históricas que tuvieron ambos países, sino que además trae beneficios concretos para ambas sociedades”.
Y este vínculo se estrecha con la política interna, que a pesar del esfuerzo de marcar diferencias por parte de opositores, lo cierto es que tanto Lula y Dilma tuvieron como lazo estratégico para la política exterior de Brasil a Néstor Kirchner y Cristina Fernández en Argentina, vínculo que se potencia en coincidencias políticas que refieren a la visión sobre el multilateralismo y el americanismo. A su vez, cabe comprender que los modelos nacionales desarrollados en los países latinoamericanos se sustentan también en una convergencia ideológica de sus gobernantes, centradas en el avance de derechos humanos, la inclusión social y la garantía y promoción de derechos. Sin duda, profundizar la relación en la integración productiva potencia la unión continental. Por eso, con una agenda que no para, a finales de enero luego de la Cumbre Suramericana, las presidentas Dilma Rousseff y Cristina Fernández se reunirán en El Calafate, junto a sus ministros, para continuar con los lineamiento en diciembre, en el palacio de Itamaraty y realizar una evaluación de lo actuado y la implementación de proyectos acordados.
El Ying y el Yang de dos vecinos
Año 5. Edición número 241. Domingo 30 de diciembre 2012
Desde sus raíces históricas, Brasil y Argentina estuvieron vinculados en procesos políticos similares. Al ver los parecidos entre Mariano Moreno y Joaquim Gonçalves Ledo; Julio A. Roca y Deodora Da Fonseca; Juan D. Perón y Getulio Vargas; Arturo Frondizi y Jusbelino Kubischetk; Raúl Alfonsín y José Sarney; Carlos Menem y Fernando Henrique Cardoso; se puede marcar un paralelismo en la vida de ambos países. Pero, la dupla Ignacio Lula Da Silva y Néstor Kirchner y las actuales mandatarias Cristina Fernández y Dilma Rousseff establecen una nueva etapa en la relación bilateral, debido a que la configuración internacional, el marco regional y la política interna de ambos países convergen en una sólida simbiosis política.
En el plano global, el nuevo estatus de sexta economía del planeta y acreedor en los organismos internacionales, colocan a Brasil en un nuevo rol en el escenario mundial. En ese marco, la alianza con Argentina, en espacios como el G-20, permite marcar un contrapunto a las directrices ortodoxas y sostener un planteo no monetarista, centrado en la producción y la inversión. De hecho, en la 67º Asamblea General de la ONU, las presidentas Rousseff y Fernández cargaron contra las medidas anticrisis de la UE y los Estados Unidos, y sostuvieron una defensa a las políticas de protección de empleo y promoción de la industrialización en ambos países. A su vez, Brasil sostiene una articulación alternativa, en el marco de los Brics, que a pesar de la desaceleración China, permitió transitar sin sobresaltos la crisis de los centros financieros.
Sin duda, la vinculación regional permitió sobrellevar el panorama internacional. Con el ingreso de Venezuela al Mercosur, la región consolida en espacio territorial y energético, con una población de casi 300 millones de personas, y que promete ampliarse con el ingreso de Bolivia y Ecuador, lo que permitiría articular el armado político de la Unasur en un bloque regional de integración. Incluso, el nuevo gobierno de México, permitiría centrar un esquema continental que dotaría a la Celac una base infranqueable a los intereses del capital financiero. En ese sentido, cabe mencionar las implicancias de esas articulaciones, citando el caso de la Fragata Libertad, retenida en Ghana el 2 de octubre pasado por un fallo a favor de los fondos buitre, que más allá de los logros del gobierno argentino en los estrados jurídicos, también tuvo una colaboración total de Brasil, que al tener representación diplomática en el país africano, la misma presidenta Rousseff puso a disposición de diplomáticos, juristas y funcionarios argentinos la embajada brasileña.
Esto refuta los argumentos que sostienen una relación frágil, basada en señalar los conflictos arancelarios y comerciales que tienen ambos países, este planteo no comprende que la Argentina y Brasil representan un espacio económico 250 millones de personas, con una base industrial sólida, de gran potencial y abundantes recursos naturales estratégicos en una extensión de 9.000 millones de km2 y que los acuerdos en proyectos hidrocarburíferos establecerán un eje de desarrollo clave en la región. Tal como comentó a Miradas al Sur, el historiador económico Mario Rapoport: “la alianza estratégica que viene conformando desde la década de 1980, no sólo conduce a la superación de las dificultades históricas que tuvieron ambos países, sino que además trae beneficios concretos para ambas sociedades”.
Y este vínculo se estrecha con la política interna, que a pesar del esfuerzo de marcar diferencias por parte de opositores, lo cierto es que tanto Lula y Dilma tuvieron como lazo estratégico para la política exterior de Brasil a Néstor Kirchner y Cristina Fernández en Argentina, vínculo que se potencia en coincidencias políticas que refieren a la visión sobre el multilateralismo y el americanismo. A su vez, cabe comprender que los modelos nacionales desarrollados en los países latinoamericanos se sustentan también en una convergencia ideológica de sus gobernantes, centradas en el avance de derechos humanos, la inclusión social y la garantía y promoción de derechos. Sin duda, profundizar la relación en la integración productiva potencia la unión continental. Por eso, con una agenda que no para, a finales de enero luego de la Cumbre Suramericana, las presidentas Dilma Rousseff y Cristina Fernández se reunirán en El Calafate, junto a sus ministros, para continuar con los lineamiento en diciembre, en el palacio de Itamaraty y realizar una evaluación de lo actuado y la implementación de proyectos acordados.
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