Queremos recuperar las raíces afro de Brasil

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“Queremos recuperar las raíces afro de Brasil”










Año 5. Edición número 235. Domingo 18 de noviembre de 2012
Entrevista. Mario Lisboa Theodoro. Secretario ejecutivo de Seppir. “Es evidente que la cuestión racial se da a partir del campo de las políticas públicas”, afirma el encargado de la agenda oficial antidiscriminatoria.
La cuestión racial fue el eje central de un Seminario Binacional organizado por el Inadi y la Seppir (Secretaría Especial de Políticas de Promoción de la Igualdad Racial). Según el último Censo en Brasil, 97 millones de personas, casi 50% de su población, asumió su condición de afrodescendiente. Lo que explica la formación de una secretaría especial que, junto a Mujer y Derechos Humanos, tiene rango de Ministerio. En la Embajada Brasileña, su Secretario Adjunto, Mario Lisboa Theodoro conversó con Miradas al Sur sobre cómo Brasil recupera su pasado afro. –¿Cómo se recupera el legado cultural afro? –Si bien nuestra competencia está restringida en esa área, porque esa tarea la lleva la Fundación Palmares, creada en 1988 para cuidar la cultura afro-brasileña, y que están haciendo un gran trabajo, son socios nuestros en muchas actividades, eso no impide que tengamos cosas importantes, como en el área de cultura Aixé, especialmente en el legado de las comunidades tradicionales, que si bien son religiosidades, las Casas del Santo Terreiro, en Bahía o Río de Janeiro, tienen un papel social muy grande, porque no son como una Iglesia, estos centros de Candombe y Umbanda, además de tener una base espiritual, actúan casi como un club comunitario, donde las personas entran, conversan, comen o se relacionan, en un ambiente cultural y social muy fuerte, tal es así que varios programas federales son distribuidos a través de estos espacios. –¿También recuperan la identidad de los Quilombos? –Sí, hemos valorizado mucho la cultura Quilombola, que es muy investigada porque esta esparcida por todo Brasil. Muchos Quilombos, que eran afros que se liberaban luchando contra el sistema de esclavitud y escapaban creando comunidades libres, lograron subsistir hasta la actualidad, algunas con muy poco contacto externo. En la Constitución de 1988, se estableció que esas comunidades descendientes de los Quilombos tienen derechos a tierras comunitarias. Si bien es la Fundación Palmares la responsable de detectar estas comunidades, mandar un antropólogo y dictaminar la asignación del acceso a las tierras, desde la Seppir vimos en ellas un legado cultural invaluable, de esos esclavos que huyeron y que preservaron su cultura allí, por lo que se encuentran nichos culturales fantásticos para recuperar. –¿Los manuales de historia brasileña dejan de lado la raíz afro? –Estamos trabajando en una legislación que aborde el tema del eurocentrismo, visión centrada en el viejo continente, que sobrevalora la cultura europea. Queremos sumar, a esa contribución, los aportes afro e indígena a la historia de Brasil, donde la participación de esa cultura en la identidad brasileña es inmensa. Tenemos una legislación que obliga a las escuelas de enseñanza básica a estudiar la cultura afro e indígena en la formación de la historia y del pueblo brasileño. Pero hasta ahora teníamos un problema, y es que los propios profesores no estaban capacitados para dar esa temática. Por eso, hemos desarrollado Programas de Formación de Profesores, para que los docentes puedan demandar conocimientos para dictar la temática. A su vez, estamos mandando material didáctico a los 5.600 municipios de todo Brasil. –¿Cómo promueven la inclusión de los afros? –Tenemos un gran programa de promoción de acciones afirmativas, una idea lanzada con la presidenta Dilma, que desde febrero este año, con participación de 16 Ministerios federales, en forma conjunta desarrollan acciones afirmativas, cuotas para afros, para la corrección de las desigualdades raciales y la promoción de igualdad de oportunidades, para eliminar las diferencias socioeconómicas resultantes del racismo. Estas son medidas especiales orientadas a dar acceso a sectores que estructuralmente son excluidos o sufren una segregación, social o cultural, que reduce su acceso a la ciudadanía. –¿El sistema de cuotas tuvo un reacción de los sectores académicos? –En realidad, el debate sobre la desvalorización de la calidad académica a partir de las cuotas se dio mucho antes de la aplicación, comenzó en 2002, cuando decían que el sistema bajaba el nivel, que las notas iban a caer, etc. Lo cierto es que los datos han demostrado, y lo hemos estudiado bastante, que es lo contrario, los que ingresaron por cupo afirmativo tienen un desempeño tan bueno o mejor que los que no entraron por cupo, incluso la deserción universitaria es mucho menor entre los que ingresan por cuotas que los que salen en los primeros niveles del examen de ingreso. En definitiva, se tiene una integración total de quienes ingresan por cuotas. Esos discursos están perimidos por la misma realidad. –¿Cómo es la participación de los afros en la política brasileña? –Está muy avanzado, por la capacidad del movimiento afro, que entendió que la cuestión racial no es autónoma de la cuestión política. Por eso, se entendía que se tenía que colocar en agenda la temática en los partidos, en los sindicatos o en las organizaciones de base, por lo que siempre se impulsaba la formación de un núcleo que impulse la cuestión racial. Y esto ha crecido mucho, transversalmente en todas las organizaciones, en todos los partidos, claro que el PT, y la izquierda en general, tuvo una entrada mayor de la militancia afro, pero en la actualidad el tema está en todos los partidos, que incluso ahora la Seppir recibe invitaciones para hablar de la cuestión racial en sus actividades. –¿Ustedes tuvieron un obrero, ahora una mujer, y un afro, cuando? –Un obrero y una mujer, ya! Sí, falta un afro….

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OTRAS NOTAS

  • Las sinceras lágrimas que vertió el presidente Lula da Silva en una reciente entrevista no conmueven tanto a los afrobrasileños, aún cuando el mandatario acaba de promulgar una ley de reparación histórica que consigna la igualdad racial en Brasil. Tras una intensa gira por África, Lula puso en vigencia una norma que garantizaría los derechos postergados para los 90 millones de afrodescendientes. Siendo la nación con la segunda mayor población negra del mundo, después de Nigeria.
  • Siendo la primera mujer en presidir Brasil, Dilma marcó su impronta de género ampliando la participación femenina en los ministerios. Y no sólo elevó la cantidad, sino que les otorgó roles importantes en su gestión.
  • Los afrodescendientes, eternamente estereotipados como meros vendedores de pastelitos durante la época colonial, hoy encuentran en el censo su lugar apropiado. Carlos Álvarez está al frente de la agrupación África y su Diáspora para la Defensa de los Derechos Humanos. –¿Cómo recibió la inclusión del colectivo afro en el Censo 2010? –Con mucha alegría porque es la reivindicación del movimiento, y con mucho orgullo porque toda América latina está haciéndolo. Es importante que se sepa que el Indec escucha, y nos ha dado protagonismo. –¿Cómo comenzó el trabajo en conjunto?
  • Realizar un análisis de la política brasileña no puede restringirse a ver las tendencias en las encuestas o los discursos políticos, por el contrario, debe comprender la formación histórico-social y delimitar la estructura política que se deriva de la misma.
  • La intención es llenar el mapa político de la Argentina con fueguitos brillando. Pero no se trata de festejar de antemano con una frase pomposa el programa Puntos de Cultura, que la secretaría de Cultura de la Nación echó a rodar hace dos semanas. Es que ya desde 2004, por iniciativa del ministro de Cultura brasileño Gilberto Gil, el país hermano ha creado con un éxito notable más de 3.000 Pontos da Cultura. Desde entonces, el modelo ha sido copiado en buena parte del continente.
  • Al entregar un millón de becas del ProUNI (Programa Universidad para Todos), la presidenta Dilma Rousseff no sólo realizó una obra de gobierno, además marcó un punto de inflexión en el sistema universitario brasileño. En base a políticas públicas (tales como la creación de universidades, becas, préstamos de estudios y cuotas afirmativas para afrodescendientes, mujeres y pobres), la estructura elitista de la educación superior se transformó en un esquema educativo abierto e inclusivo.

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