Harari cae en el mismo error que los pseudointelectuales
de derecha, que confunden los derechos de propiedad que podrían tener
los habitantes de Malvinas, con la soberanía que reinvindica la Nación
Argentina.
Con intención de abrir polémica, “¿De quién son las Malvinas?” es el
interesante interrogante que propone debatir en su nota el historiador
Fabian Harari (Tiempo Argentino, 9/4/2012). Sin embargo, al confundir
Propiedad con Soberanía, no comprende la historicidad de una causa
nacional.
Si bien es cierto que el “nacionalismo” se profundiza con el devenir de
los mercados nacionales y la delimitación de las nacientes burguesías
del control de esos espacios, cabe destacar que esta construcción tiene
raíces previas en la crisis de las formaciones feudales. La delimitación
de un Estado-nación también se sustenta en la delimitación de elementos
comunes, como lengua, cultura, territorialidad o historia de un pueblo.
En este sentido, la “Nación Argentina” fue un proceso de construcción
sociohistórica, que incluso hoy continúa. En el artículo Nº 35 de la
Constitución Nacional, hoy vigente, se reivindican los antecedentes de
su constitución como Estado Nacional desde 1810, por ende, esta
identidad deviene de las Provincias Unidas del Río de la Plata y sus
pretensiones territoriales, entre ellas las Malvinas, que fueron
ocupadas en 1820 y reivindicadas como propias por esa incipiente nación.
Por su parte, el Reino Unido en su faz expansionista, avanzó sobre
diferentes territorios, generando diferentes formas de vínculos
imperialistas (colonias, protectorados o dependencias), a fin de
garantizar provisión económica o puntos geoestratégicos de su dominio:
allí están las Malvinas, ocupadas en 1833. Tras 180 años, las Malvinas
siempre estuvieron bajo reivindicaciones cruzadas, la Argentina mantuvo
su posición de sostener derechos legales y geográficos sobre el
archipiélago, en tanto que el Reino Unido mantiene la posesión de las
islas, tanto por ocupación de hecho como por la asignación de soberanía a
los pobladores actuales, que abastecen sin autonomía a un ejército de
ocupación.
No se puede subestimar la importancia de las islas, tanto para la
acumulación capitalista de ambas naciones, las posibles riquezas de
petróleo en aguas profundas y la posición geoestratégica de protección
militar de las mismas constituyen una “causa nacional”, tanto para la
Argentina como para el Reino Unido. Por ende, es seguro que el país y
América Latina vivirán mejor si se recuperan.
Delimitada la “causa nacional” de ambos países, resta preguntarse de
quién son en realidad las Malvinas. En este sentido, durante el siglo
XIX, el devenir de los Estados Nacionales remplazaba la justificación
divina (que se plasmaba en tratados internacionales) por diferentes
procesos, entre los cuales se encuentran la expansión del Imperio
Británico y la formación de la República Argentina.
De hecho, es claro que si bien “Plan de Operaciones” puede dar una
incipiente marca del proyecto nacional que echó a andar a la Revolución
de Mayo, lo cierto es que durante el siglo XIX, las Provincias Unidas
del Río de la Plata devendrán en República Argentina tras fuertes
tensiones y guerras que llevaron a pérdidas de territorios aspirados
(como Paraguay o Uruguay) o hasta la consolidación con espacios ocupados
(como la Patagonia).
Tal como señala Harari, los Estados se constituyeron a partir de la
unión o separación de pueblos que estuvieron fusionados o disgregados,
pero cabe ampliar, que generalmente concluyen con acuerdos y tratados
internacionales que delimitaron los espacios de soberanía nacional y
cuando no es así, se mantienen reivindicaciones que son explicitadas y
mantienen los conflictos. Es el caso Malvinas.
Cabe agregar que el siglo XX generó además un sistema de acuerdos
internacionales que propician espacios para la discusión y, según la
situación, la resolución de conflictos territoriales de forma pacífica o
la protección de asuntos nacionales, como la emancipación de pueblos
que reivindican su soberanía.
Y más allá de que los mercados nacionales se cristalizaban en Estados al
devenir de las burguesías, u oligarquías para el caso argentino,
durante el siglo XX las luchas sociales modificaron las sustancialidad
de los mismos, por lo cual, la soberanía no puede reducirse a un
criterio de propiedad. En esto, Harari cae en el mismo error que los
seudointelectuales de derecha, que confunden los derechos de propiedad
que podrían tener los habitantes de Malvinas, con la soberanía que
reinvindica la Nación Argentina.
Quizás muchos argentinos no puedan ser propietarios en Malvinas, pero es
válida la reivindicación nacional sobre las mismas, porque implicará
tener el derecho de luchar por el usufructo o tributación de las
riquezas que pueda dar ese espacio territorial.
Así, sostener que la recuperación de las islas sería meramente para los
“propietarios” del país, es perder el análisis de la lucha de clases,
que reconfigura la apropiación de riquezas y que en la actualidad se
disputa en distintos niveles, una de ellas el Estado, que hace tiempo
dejó de ser mero administrador de los intereses de la burguesía.
Y sin caer en un chauvinismo, las clases populares pueden superar las
aspiraciones burguesas de explotación sobre Malvinas, y lograr
reorientar la recaudación fiscal del Estado, a través de su soberanía, a
la generación de políticas públicas que redistribuyan recursos
económicos que le son propios como pueblo, ya sea salud, vivienda,
trabajo o educación (entre ellas las becas o cargos de investigación en
CONICET, que hacen falta).
Incluso, hoy se deberían repensar los derechos impositivos, porque en la
actualidad esas islas tributarían a la gobernación de Tierra del Fuego.
Por eso, la historia dirá de quién son las Malvinas y los pueblos aún
pueden adueñarse de su destino. <
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