La mandataria brasileña debe enfrentar la presión de opositores, periodistas, lobbistas y hasta de aliados que buscan réditos de cada crisis de gabinete.
Dilma y el desafío de gobernar la crisis. (AP)
Desde la caída de Antonio Palocci, Jefe de la Casa Civil acusado de enriquecimiento ilícito, y de Alfredo Nascimiento, Ministro de Transporte denunciado por corrupción, el gobierno de Dilma Rousseff se sumergió en una tormenta política que aún tiene que sortear. Paralelo a las acusaciones y operaciones de opositores, periodistas y lobbistas, que buscan rédito de cada crisis, las corporaciones avanzan sobre el gabinete poniendo bajo la lupa a varios ministros (de hecho cuestionan a Pedro Novas –Turismo–, Ana de Hollanda –Cultura– o Afonso Florence –Desarrollo Agrario–, entre otros).
Todo un proceso que, a confesión de parte, causa “tristeza” a la mandataria brasileña, pero que son la cruda realidad de la política en ese país. Así, en plena crisis, los medios de comunicación intentan presentar al gobierno de Rousseff como débil, algo que fue categóricamente criticado por Luiz Inácio Lula da Silva, que en un congreso de la Unión Nacional de Estudiantes en Brasilia sostuvo: “No existen divergencias con Dilma, cuando hace poco fui a Brasilia y me fotografié con senadores, dijeron que Dilma era débil. El estúpido que escribió la nota nunca se debe haber sentado a conversar con Dilma. Ella puede tener todos los defectos, menos ser débil”.
Lo cierto es que la prensa brasileña instaló la idea de debilidad a partir de un “malestar” de los senadores del PT sobre la forma de relacionarse de la presidenta, que le atribuyen un perfil técnico y gerencial en la gestión y reclamarían más acción política y presencia territorial, especialmente en San Pablo, Río de Janeiro y Porto Alegre, donde se dirimen relaciones de poder; “no se gestiona a control remoto desde Brasilia”, comentó un dirigente, explicando este inquieto clima político.
Si bien pareciera que los casos de Palocci y Nascimiento no provocaron una caída de la imagen de Dilma Rousseff, por su inmediata reacción y reafirmación de transparencia, los mismos ponen de relieve la difícil tarea de articular una coalición de gobierno, clásicos en la república brasileña, que si bien es un presidencialismo, su sistema electoral obliga a generar coaliciones parlamentarias con aliados engorrosos pero indispensables para la gobernabilidad.
Sin embargo, la tormenta pareciera no hacer perder el rumbo a la gestión de Rousseff, quien continúa con su tarea, y si bien alegó estar triste cuando ocurren cosas equivocadas en el gobierno, comentó: “Pueden darse cuenta que tenemos muchas dificultades, pero Brasil tiene más motivos de alegría que de tristeza, porque percibimos que Brasil es otro país”, en declaraciones a radios de Paraná, donde lanzó el Plan Cosecha de la Agricultura Familiar 2011-2012, un sistema de crédito que alcanza los 10 mil millones de dólares.
Incluso, el traspié parlamentario sufrido por Rousseff en la votación del Código Forestal, pareciera no interferir en otras votaciones clave, como la sanción de las Ley de Directrices Presupuestarias 2012, aprobada por la sesión conjunta de Senadores y Diputados. El nuevo texto contiene esencialmente los lineamientos marcados por el Ejecutivo, con anexos cosméticos de los bloques parlamentarios como la sugerencia del diputado Otávio Leite (Psdb) para desburocratizar el uso de partidas destinadas a entidades de apoyo a personas con discapacidad. Además, el diputado Mendes Ribeiro Filho (Pmdb) tomó el compromiso, a pedido del Psdb, de incorporar un dispositivo que obligue al gobierno a destacar, en la Ley de Presupuesto, las obras destinadas a la Copa del Mundo 2014 y a las Olimpíadas 2016.
Y, si consideramos la fragilidad del Psdb, que sigue perdiendo diputados, como el paranaense Gustavo Fruet, Doctor en Relaciones Sociales, considerado uno de los mejores cuadros de ese partido, situación que profundiza la crisis del partido tucano, y la ruptura de Marina Silva con el Partido Verde, quien cosechó el 20% de los votos en la elección presidencial y ahora se aleja de una estructura partidaria con rumbo incierto, se debería relativizar la idea de debilidad del gobierno de Dilma Rousseff.
De hecho, el balance semestral que realiza el presidente de la Cámara de Diputados, Marco Maia –PT–, es positivo, y considera que ante las sucesivas tentativas de establecer un escollo en el gobierno, Dilma superó los cambios en los cuatro ministerios con la imagen de alguien que actúa rápidamente y no duda en tomar decisiones álgidas; en definitiva, gobernar una crisis que aún continúa con muchos desafíos.
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