Integración productiva en el Mercosur
Integración productiva en el Mercosur
Un debate pendiente. Los chispazos comerciales entre Argentina y Brasil replantea los acuerdos regionales.
La trifulca que marcó la agenda comercial entre Argentina y Brasil, por las restricciones a importaciones de ambos países, pareciera encaminarse a partir de impulsar acuerdos rápidos (fast track) y la liberación del ingreso a los 1.000 autos, con la aceptación de compras de neumáticos y baterías. Este incidente muestra la fragilidad en la que se sustentan los intercambios basados en el mercado y sugiere una profunda revisión e impulso del proceso de integración centrado en la producción. Se necesitan políticas que no dependen de variaciones cambiarias o de precios y se pase a una articulación de las cadenas productivas de sus miembros.
El Mercosur implicó el re-establecimiento del vínculo regional resquebrajado luego de la Guerra del Paraguay, que relacionaba al Imperio de Brasil con las Provincias Unidas en la Cuenca del Plata. Reducido a intercambios básicos hasta 1945, la relación comenzó a profundizarse hasta establecerse el Pice (Programa Integración y Cooperación Económica) en 1985, como paso para formar el nuevo bloque regional centrado en la convergencia del Real y la Convertibilidad en los ’90. Este vínculo se mantuvo con la disparidad cambiaria del nuevo siglo, que si bien es favorable a la competitividad vía precios para Argentina, no se pudo revertir el déficit en el resultado de intercambio en bienes industriales, algo que se profundiza con cambios en las variables monetarias o de compraventa.
Si bien el Ministro de Industria Brasileño aclaró que no hay guerra comercial con Argentina, lo cierto es que industriales de ambos países salieron a defender sus intereses. El presidente de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo, Paulo Skaf, acusó de Choradeira (puro llanto) las quejas de la Ministra de Industria Argentina, Débora Giorgi. En tanto que la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (Adimra) consideró, a través de un comunicado, que la implementación de la medida genera un grave perjuicio en el comercio bilateral entre ambos países. Lo cierto es que están en un tire y afloje de una relación comercial asimétrica, que significa el 42% de las exportaciones industriales argentinas, donde el sector automotriz destina el 82% de sus ventas externas a ese país, y las autopartes el 65%.
En este sentido, hay que pensar un Integra-Sur, que implicaría considerar los sectores productivos en base a una cadena íntegra y no en etapas de intercambio como el caso que provocó el conflicto. En definitiva, pasar de unidades separadas a una economía integrada. Fácil decirlo, difícil hacerlo, porque este hermano mayor hoy es un Brics, siendo la séptima economía del mundo. Lo que tiene que lograr Argentina, junto a Paraguay y Uruguay, es evitar que Brasil trate a sus hermanos como los Pigs del Mercosur. En este sentido, las compensaciones de asimetrías y las políticas de infraestructura y energía son pasos interesantes para reducir efectos pendientes del volátil vínculo comercial, un punto que podría plantearse en la próxima cumbre del Mercosur a realizarse en Asunción el 24 de junio.
El Mercosur implicó el re-establecimiento del vínculo regional resquebrajado luego de la Guerra del Paraguay, que relacionaba al Imperio de Brasil con las Provincias Unidas en la Cuenca del Plata. Reducido a intercambios básicos hasta 1945, la relación comenzó a profundizarse hasta establecerse el Pice (Programa Integración y Cooperación Económica) en 1985, como paso para formar el nuevo bloque regional centrado en la convergencia del Real y la Convertibilidad en los ’90. Este vínculo se mantuvo con la disparidad cambiaria del nuevo siglo, que si bien es favorable a la competitividad vía precios para Argentina, no se pudo revertir el déficit en el resultado de intercambio en bienes industriales, algo que se profundiza con cambios en las variables monetarias o de compraventa.
Si bien el Ministro de Industria Brasileño aclaró que no hay guerra comercial con Argentina, lo cierto es que industriales de ambos países salieron a defender sus intereses. El presidente de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo, Paulo Skaf, acusó de Choradeira (puro llanto) las quejas de la Ministra de Industria Argentina, Débora Giorgi. En tanto que la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (Adimra) consideró, a través de un comunicado, que la implementación de la medida genera un grave perjuicio en el comercio bilateral entre ambos países. Lo cierto es que están en un tire y afloje de una relación comercial asimétrica, que significa el 42% de las exportaciones industriales argentinas, donde el sector automotriz destina el 82% de sus ventas externas a ese país, y las autopartes el 65%.
En este sentido, hay que pensar un Integra-Sur, que implicaría considerar los sectores productivos en base a una cadena íntegra y no en etapas de intercambio como el caso que provocó el conflicto. En definitiva, pasar de unidades separadas a una economía integrada. Fácil decirlo, difícil hacerlo, porque este hermano mayor hoy es un Brics, siendo la séptima economía del mundo. Lo que tiene que lograr Argentina, junto a Paraguay y Uruguay, es evitar que Brasil trate a sus hermanos como los Pigs del Mercosur. En este sentido, las compensaciones de asimetrías y las políticas de infraestructura y energía son pasos interesantes para reducir efectos pendientes del volátil vínculo comercial, un punto que podría plantearse en la próxima cumbre del Mercosur a realizarse en Asunción el 24 de junio.
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