Brasil a la hora de la inclusión
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Brasil a la hora de la inclusión
Por
Ricardo Romero, politólogo UBA/ Unsam
Según la Fundación Getúlio Vargas, el país vecino alcanzó su nivel más bajo de desigualdad social en lo últimos veinte años y, a la par, se consolida una emergente clase media
Son muchos los que usan el concepto de Bel-India para referirse a Brasil, sin embargo, habrá que reconsiderarlo a partir del informe que presentó el politólogo Marcelo Neri del Centro de Estudios de Políticas Sociales de la Fundación Getúlio Vargas. Sostiene la investigación que, según la evolución del índice de Gini, que mide la distribución de ingresos desde los años sesenta, la desigualdad cayó al piso histórico.
La noción de Bel-India, acuñada por Edmar Bacha, para referirse a la estructura desigual que dejaba el milagro económico, donde socioeconómicamente en los años setenta una pequeña minoría vivía como en Bélgica y una gran mayoría con niveles de pobreza de la India, cuarenta años después deja de representar a Brasil. No sólo porque la India tuvo un nivel de crecimiento del 8% anual en los últimos 15 años y hoy es un país emergente miembro del Brics, sino que, además, Brasil consiguió revertir el crecimiento de desigualdad que registraba en las décadas del ’60 al ’90. El Gini, que en 1960 era de 0,536 en 1960 y trepó a 0,60 en 1990, cae a 0,53 en 2010, logrando superar su piso histórico. Y si bien se mantiene en un nivel alto, la tendencia da como resultado la formación de una incipiente clase media como en Argentina. ¿Se debería usar Bel-Ar-India?
Y esta situación se da por cambios estructurales que presenta Brasil. Al considerar que la primera meta del milenio para la ONU era reducir la pobreza a la mitad, entre 1990-2015, y al observar que pasó de 28,12 en 2002 al 13,88 en 2010, se ve que durante la era Lula se hizo en ocho años lo que se buscaba en 25. No se detiene ahí, la renta de la mitad más pobre de la población creció 59%, mientras que el decil más rico sólo el 12,8%, o sea que la tasa de crecimiento fue un 577% más alta. A su vez, la región más pobre del Brasil, el Nordeste, creció un 42%, mientras que el sudeste, la más rica, un 16%. En tanto, que el campo subió un 49% frente al 16% de las metrópolis. Son todos indicadores que favorecieron para revertir el índice de desigualdad. Este milagro social tuvo un eje motorizador, “El énfasis que dimos a la educación, como causa principal de la caída de la desigualdad, ya suscitó contactos con la asesora del ministro de Educación” comentó a Miradas al Sur el politólogo Marcelo Neri, responsable de la investigación.
Y es un dato interesante, porque los cambios en la redistribución de ingresos no estuvieron centrados sólo en los planes sociales, como Fome Zero o Bolsa Familia, que reasignaron tan sólo un 0,6% del PIB anual, sino por una fuerte promoción de actividades productivas, que permitió la absorción en empleos de alta formación, unos ocho millones en campos clave (como informática, farmacéutica, química, aviación, etc.), sumado a un fuerte estímulo a emprendimientos de alto rendimiento tecnológico. El balance de una década de menos desigualdad parece alentador.
Ahora el gobierno de Dilma Rousseff se concentrará en generar políticas hacia la franja de indigencia que aún persiste en Brasil y alcanza un 8%, unos 16 millones de personas, tal como lo anunció Tereza Campello (ministra de Desarrollo Social). Y si bien la inclusión social es un paso importante dado, Brasil se apresta a avanzar hacia nuevas fronteras en ciudadanía. Así, el fallo histórico del Supremo Tribunal Federal (STF), que reconoció la legitimidad de la unión civil entre personas del mismo sexo, otorgándoles un centenar de derechos que hasta ahora sólo disfrutaban las parejas heterosexuales, va en ese sentido.
La noción de Bel-India, acuñada por Edmar Bacha, para referirse a la estructura desigual que dejaba el milagro económico, donde socioeconómicamente en los años setenta una pequeña minoría vivía como en Bélgica y una gran mayoría con niveles de pobreza de la India, cuarenta años después deja de representar a Brasil. No sólo porque la India tuvo un nivel de crecimiento del 8% anual en los últimos 15 años y hoy es un país emergente miembro del Brics, sino que, además, Brasil consiguió revertir el crecimiento de desigualdad que registraba en las décadas del ’60 al ’90. El Gini, que en 1960 era de 0,536 en 1960 y trepó a 0,60 en 1990, cae a 0,53 en 2010, logrando superar su piso histórico. Y si bien se mantiene en un nivel alto, la tendencia da como resultado la formación de una incipiente clase media como en Argentina. ¿Se debería usar Bel-Ar-India?
Y esta situación se da por cambios estructurales que presenta Brasil. Al considerar que la primera meta del milenio para la ONU era reducir la pobreza a la mitad, entre 1990-2015, y al observar que pasó de 28,12 en 2002 al 13,88 en 2010, se ve que durante la era Lula se hizo en ocho años lo que se buscaba en 25. No se detiene ahí, la renta de la mitad más pobre de la población creció 59%, mientras que el decil más rico sólo el 12,8%, o sea que la tasa de crecimiento fue un 577% más alta. A su vez, la región más pobre del Brasil, el Nordeste, creció un 42%, mientras que el sudeste, la más rica, un 16%. En tanto, que el campo subió un 49% frente al 16% de las metrópolis. Son todos indicadores que favorecieron para revertir el índice de desigualdad. Este milagro social tuvo un eje motorizador, “El énfasis que dimos a la educación, como causa principal de la caída de la desigualdad, ya suscitó contactos con la asesora del ministro de Educación” comentó a Miradas al Sur el politólogo Marcelo Neri, responsable de la investigación.
Y es un dato interesante, porque los cambios en la redistribución de ingresos no estuvieron centrados sólo en los planes sociales, como Fome Zero o Bolsa Familia, que reasignaron tan sólo un 0,6% del PIB anual, sino por una fuerte promoción de actividades productivas, que permitió la absorción en empleos de alta formación, unos ocho millones en campos clave (como informática, farmacéutica, química, aviación, etc.), sumado a un fuerte estímulo a emprendimientos de alto rendimiento tecnológico. El balance de una década de menos desigualdad parece alentador.
Ahora el gobierno de Dilma Rousseff se concentrará en generar políticas hacia la franja de indigencia que aún persiste en Brasil y alcanza un 8%, unos 16 millones de personas, tal como lo anunció Tereza Campello (ministra de Desarrollo Social). Y si bien la inclusión social es un paso importante dado, Brasil se apresta a avanzar hacia nuevas fronteras en ciudadanía. Así, el fallo histórico del Supremo Tribunal Federal (STF), que reconoció la legitimidad de la unión civil entre personas del mismo sexo, otorgándoles un centenar de derechos que hasta ahora sólo disfrutaban las parejas heterosexuales, va en ese sentido.
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